domingo, 22 de julio de 2018

BATALLA DE RINCON DE VALLADARES - 5 de juLio de 1827 - Parte 2


Arenales, en lugar de tener en cuenta estos factores, díspone que Bedoya, llevando entre sus tropas a los colombianos de Matute, marche a conquistar Santiago del Estero. Pero, ¿que es lo que encuentra Bedoya cuando penetra en esta provincia? Un desierto, porque Ibarra realiza una guerra de recursos, sin oponer resistencia, tendiendo emboscadas, llevando detrás de él todo el ganado y hasta todas las poblaciones. 
Cuando Bedoya ocupa la capital de la provincia, se encuentra con que en ella casi no hay agua. Falto de víveres, con municiones escasas y sin enemigo visible con el cual pelear, sorpresivamente se encuentra con que el adversario a quien persigue le está poniendo sitio a la posición que él ocupa, hasta obligarlo a salir de ella para regresar al punto de partida.

Los colombianos de Matute


Entre tanto, los colombianos de Matute, y él mismo, se entregan a toda suerte de atropellos. Un hacendado norteño, el señor Javier Frías, llegado a Santiago del Estero con Bedoya para tratar de poner en orden sus intereses, le escribe a un hermano, con relación a los resultados de la expedición dispuesta por Arenales:

"Ya todo estaba tal vez concluido; pero los colombianos nos entorpecen peor que los enemigos y que el mismo Ibarra resérvame esto , porque no hay infeliz que se atreva a salir dé su casa; al que se asoma, si no lo matan lo desnudan; al que no lo desnudan, lo estropean... Con las mujeres... ¡Dios nos dé paciencia! y permita que esto tenga algún remedio".

Ya en retirada, Bedoya trata de castigar a los culpables, de evitar, por lo menos, que los abusos se repitan. Mas todo es inútil, porque quien protege a la gente es su propio jefe, el coronel Matute.

Entre tanto, Ibarra, prosiguiendo siempre en su guerra de recursos, y aprovechando sus mayores posibilidades de movimiento, penetra hacia el Chaco, donde se convierte en invencible.

Ahora Bedoya, irremisiblemente vencido, avanza por Tucumán, tratando de llegar a Catamarca, cuando lo alcanza una orden de Arenales para que marche a Salta, donde acaba de producirse una rebelión encabezada por enemigos de aquél. En cumplimiento de esta orden Éedoya va hacia Chicoana, donde están los jefes de la rebelión, con el propósito de batirlos. Mas he aquí que los primeros en hacer armas contra él son los colombianos de Matute que lleva a sus órdenes. Reducidas sus fuerzas a 70 u 80 hombres, Bedoya se encierra en la capilla de Chicoana; se niega a parlamentar cuando se lo proponen y prosigue la lucha hasta que cae asesinado por la mano del propio coronel Matute.

Al enterarse de este desastre, el general Arenales abandona Salta y va en busca de asilo a Bolivia. Lamadrid, que permanece en Tucumán, cree que será atacado por el Norte, mientras Facundo se alista ya contra él en Cuyo. Pero no ocurre así, porque los nuevos jefes de Salta, Puch y Gorriti, se declaran partidarios de Rivadavia y le ofrecen su apoyo a Lamadrid.


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