jueves, 1 de febrero de 2018

Balbín - La guitarra de 12 cuerdas - Parte 1

 

Es conocido entre los aficionados a la música el recurso de ciertos virtuosos de la guitarra de agregar seis cuerdas más al instrumento para dar mayor posibilidad tonal a la ejecución de determinadas piezas, templándolas de a pares y en distinta escala de sonidos. 

Con ello intentan abarcar una gama de cuartos y medios tonos que les permite variables melódicas inéditas, asegurándoles una interpretación de tradicionales partituras con alguna originalidad, atrapando así a un público masivo. Los apegados a la vihuela ortodoxa desestiman este recurso y muchos expertos aseguran que el escaso resultado no compensa el mayor esfuerzo digital y, aún, el método cosecha el desdén de los críticos.

Algo parecido ocurre en política, campo en el cual el uso del "guitarrón", como se ha dado en llamar al pintoresco invento, si bien ha obtenido apreciables adhesiones por un corto tiempo, las pérdidas de apoyo producidas por la confusión de los medios tonos, cuartos de corcheas y octavos de notas no alcanzan a equilibrar los éxitos parciales. 

Y menos cuando toda la ciencia política de algún personaje se agota en los medios, generalmente centrados en el escamoteo de las definiciones categóricas, hasta convertirlos en fines, cambio fatal que deviene en estridentes fracasos. La media palabra de Don Hipólito era solamente uno de los tantos medios que utilizaba el popular caudillo radical para mantener un equilibrio interno en la lucha por las posiciones de Gobierno, pero que hacía a un lado en el momento preciso de las definiciones claras.

Ya se sabe lo que ha pasado con el radicalismo al transcurrir los años. La intransigencia yrigoyenista —que el antiguo comisario de Balvanera la entendía como principio inamovible, pero que no confundía con las tácticas circunstanciales— anidó en el desván de la retórica, envasada y lista para usar solamente como recurso oratorio, cuando no totalmente desvirtuada al esgrimirla contra las nuevas corrientes populares herederas de la lucha contra el régimen, al cual, a partir de Alvear, sirvió disciplinadamente el antiguo Partido de la reparación yrigoyeniana, ahora convertido en "contubernistas" al asalto de las posiciones públicas. 


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