jueves, 7 de diciembre de 2017

Toto Paniagua - Parte 6

Quisiera que alguien fuera capaz de explicarme por qué unos pueden hacerse célebres por un aviso comercial vulgar, chato, y en cambio otros permanecen desconocidos tras diez años de trabajo serio y talentoso.
—¿Eso es una queja?
—De ninguna manera, es un planteo de la realidad, que es muy distinto. Yo le estoy muy agradecido a la televisión, no sólo por lo que me dio a mí, personalmente, sino también porque es un medio cómico muy importante para otros actores. 
Además, a mí la TV me viene muy bien, porque yo detesto la música en alto volumen y la gente que grita o gesticula en exceso: en el teatro hay que exagerar para que se vea y oiga desde la última fila, en cambio en la televisión hay micrófonos poderosos que captan hasta la mínima intención de la voz y cámaras que agrandan hasta el más imperceptible de los gestos.
—¿Usted aprovecha esos recursos?
—Por supuesto. Yo tengo muchos problemas para memorizar los textos; admiro a los tipos que, como Tato Bores, son capaces de mirar una hoja y fotocopiarla en la mente; como no soy capaz de hacer eso, la técnica televisiva me ayuda mucho.
—¿Por qué?
—Bueno, porque apenas me olvido el libreto empiezo a hacer gestos, pongo caras, y el cameraman me enfoca y me salva. Encima ocurre que eso causa gracia.
—¿Cree que hay una crisis en la comicidad?
—Pienso que sí, porque el mundo está muy problematizado. Nadie se pregunta, por ejemplo, por qué no aparecen otros grandes cómicos como los hermanos Marx, Chaplin o Buster Keaton.
—Bueno, pero existen nombres como los de Tati, Pierre Etaix o Danny Kaye.
—Es cierto, pero creo, de todas maneras, que no surgen en el mundo cómicos de la talla de los que había en otras épocas. Tal vez si las cosas cambiaran, si hubiera más tiempo para reírse, por ejemplo, podrían surgir nuevas estrellas del humor. 
Uno de mis sueños es poder trabajar un año o dos en la preparación de un film, como hacen Pierre Etaix o Tati: si yo pudiera preparar una película de una hora y media me sentiría dueño de una obra completa, terminada, que le permitiría al público juzgarme mejor. Creo que en el fondo estoy un poco cansado del examen eterno del sketch.
—¿Y del éxito, está cansado?
—Bueno, cuando la gente me reconoce por la calle me escondo, me da vergüenza. Parece tonto pero es así: siempre me vence la timidez.
—Sin embargo no es tímido para hacer su trabajo.
—Es otra cosa. Yo puedo animarme como actor a cosas que personalmente no haría ni loco, Y no es sólo por el dinero, como algunos podrían pensar. Me acuerdo que una vez me llamaron para hacer un aviso comercial y me pagaron cincuenta mil pesos. Salí de cobrar el cheque y le compré a mi mujer un chal que me costó 40 mil, así que no es la plata lo único que me motiva. Simplemente, me transformo. ¿Seré una nueva versión del hombre y la bestia?


Fotos: Mario Paganetti
Revista Siete Días
28/07/74


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