miércoles, 15 de marzo de 2017

La locura del Coronel Estomba - Parte 3

El coronel argentino Videla Castillo, que formaba, por su elevada graduación, a la cabeza de sus compañeros, quiso hacer aún un último esfuerzo por ellos, inmolándose por la salvación común. 
-Va a procederse al sorteo -dijo García Gamba en alta voz, dirigiéndose a los prisioneros. 
-¿Con qué derecho se hace esto? -le preguntó Videla Castillo. 
-¡Con el derecho del que lo puede! -repuso secamente. 
-Bien; tenga cuidado con la represalia, señor Gamba. 
-Señores, va a procederse al sorteo -volvió a repetir García Gamba. 
-Es inútil esa suerte -dijo con tranquila firmeza el noble coronel Videla Castillo-. Aquí estamos dos coroneles: elija usted cuál de los dos ha de morir, o fusílesenos a los dos juntos si se quiere, y hemos concluido. 
- ¡No! ¡¬No! ¡¬A la suerte! -gritaron casi a un mismo tiempo todos los prisioneros. 
El general Vivero, que en este intervalo había advertido lo que pasaba en el campo de los prisioneros, se dirigió hasta donde ellos estaban, y sin proferir una palabra se formó tranquilamente a la cabeza de la fila, como si fuese a cumplir con un deber ordinario del servicio. 

Era el general don Pascual Vivero un anciano de más de setenta años, de figura marcial y fisonomía simpática, a la que daban apacible majestad los blancos cabellos que coronaban su cabeza. 
García Gamba, que se hallaba en aquel momento distraído presidiendo los preparativos del sorteo, notó al general Vivero al levantar la vista. 
-Señor don Pascual -le dijo, haciéndole con la mano ademán de que se retirase-, con usted no reza la orden. 
-¡Sí, reza! -contestó sencillamente el noble anciano. 

-No, señor don Pascual, esta orden sólo reza para los prisioneros que marchaban unidos. 
-Debe rezar conmigo, porque debo participar de la suerte de mis compañeros, así en las desgracias como en la felicidad. Por mi grado me corresponde sacar la primera suerte. 

-¡Se va a proceder al sorteo! -gritó el implacable jefe del estado mayor, sin darse por enterado de la insistencia. . 
Entonces, el general Vivero, sensibilizado en presencia de tantos jóvenes que iban a jugar sus vidas, se dirigió al ejecutor de tan tiránica orden, hablándole en estos términos: 

-Soy un viejo soldado que ha sido traidor a Fernando VII; que ha entregado la plaza de Guayaquil, y he devuelto todos los honores al Rey. He perdido dos hijos en el campo de batalla y han muerto defendiendo su patria, que es también la mía, porque era mía la sangre que derramaron. De consiguiente, poco útil puedo ser ya a la patria: esos jóvenes todavía pueden darle días de gloria, por lo que pido y suplico que se sacrifique a este pobre viejo y que se salven tan preciosas vidas. 



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