lunes, 27 de febrero de 2017

Entrevista a Alicia Moreau de Justo - Parte 4

 Dos congresos: París y Río

¿Qué similitud tendrá la Conferencia de París con la de Río de Janeiro?

Nuestro congreso será, por cierto, muy distinto del que se realiza en Quitandinha. Será una reunión popular, con una primera condición de éxito: sinceridad de palabras, rectitud de propósitos, lealtad de conducta. Privarán las ideas mejores, las expuestas con mayor claridad, no las que estén respaldadas por la potencia militar o económica de la nación representada. Buscaremos en París la unidad de los pueblos, no la de los gobernantes, aun cuando queremos que éstos respondan a los pueblos. Esta unión por las bases y no por las cumbres nos parece mucho más importante: podrá crear la gran fuerza internacional, capaz de acabar con las guerras. 

Si algún día las madres del mundo dijesen: "No criaremos hijos para enviarlos a la matanza", se habría producido una verdadera y profunda revolución.
"Paz con hechos, no con discursos"

El reportaje va a cerrarse. La doctora Moreau de Justo insiste, una vez más:

Quien se arma se prepara para la guerra: despierta temor en los vecinos, que a la vez se arman, y en un juego de acciones y reacciones, unas abiertas, otras ocultas, se conduce a los pueblos al desastre. Por eso la gente más esclarecida y consciente quiere la diplomacia abierta, libertad de información y de publicación, supresión de barreras económicas artificiales. Todo lo demás son palabras, palabras, palabras. Lo dicho sobre la necesidad de una verdadera democracia como base para organizar la paz explica mi punto de vista sobre la política internacional argentina: no basta un discurso para afianzar la paz, lo necesario son hechos. 

El aumento del presupuesto de guerra, de los efectivos, de las construcciones y fábricas militares, no puede traducirse internacionalmente como afirmaciones de paz. Tampoco la apoyan la preconscripción desde los 12 a los 20 años y la post conscripción femenina. Los hechos valen más que las palabras, y aquéllos despiertan angustiosa duda.



Fuente: Revista Qué, Nº 56, 26 de agosto de 1947.

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