Gobierno.
El
gobierno de Alfonsín tenía detrás de sí una fuerza nueva: la civilidad que
había votado su propuesta de construir un Estado de Derecho, al cual los
poderes corporativos (FF.AA., Iglesia y Sindicatos) deberían someterse y
consolidar un sistema político que resolviera los conflictos de una manera
pacífica, ordenada, transparente y equitativa.
La
civilidad vivió la euforia y la ilusión de que la democracia por si sola
resolvería los problemas económicos y sociales imponiéndose pacíficamente a los
poderosos intereses establecidos que se le oponían.
El
gobierno en su diagnóstico de la crisis consideró que los problemas económicos
eran menos significativos que los políticos: lo fundamental era eliminar el
autoritarismo y encontrar los modos auténticos de representación de la voluntad
ciudadana: se propendió a la libertad de expresión, a la libertad de opinión,
se buscó una sociedad de participación, el pluralismo y el rechazo de los
dogmatismos.
Se
realizó un programa de alfabetización masiva, el congreso pedagógico, la
eliminación de la censura en las actividades artísticas. Hubo profundas
transformaciones en la universidad y en el sistema científico. Volvieron los
intelectuales del exilio ocupando los medios de comunicación y se los empleó
como asesores o funcionarios técnicos. En el campo de las relaciones
individuales se promovió la ley de divorcio vincular y la patria potestad
compartida. (Referencia bibliográfica: Luis Alberto Romero, Breve Historia
Contemporánea de la Argentina, Ed: Fondo de Cultura Económica)
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