Por otra parte, y era frecuente que ocurriera con las
monedas de cobre, el valor del metal en el mercado podía superar el nominal de acuñación,
con lo cual las “chirolas” iban a parar a un horno de fundición para hacer la
diferencia.
Con el advenimiento de la vida independiente, la situación
monetaria empeoró, en especial para las provincias del interior, ya que la Casa
de la Moneda de Potosí, que era la mayor proveedora de metálico, pasó a estar
en manos realistas. Y las provincias del norte fueron las más perjudicadas por
depender en gran medida de la comercialización con el Alto Perú.
En 1819 hubo una revuelta en Tucumán que repercutió en todo
el país, su líder fue Bernabé Aráoz, quien se proclamó gobernador
interino.
En 1820, con la derrota en la Batalla de Cepeda, renunció el
Director Supremo Gral. Rondeau y quedó disuelto el Congreso Nacional. Las
provincias quedaban en libertad de decidir sus gobiernos y leyes dentro de los
lineamientos federales. Allí nació la República de Tucumán, creada por el
Gobernador Intendente general Bernabé Aráoz. Pero con la salvedad que el
término de “república” no tenía los alcances que en la actualidad se le
atribuye. La República de Tucumán abarcó los actuales territorios de Tucumán,
Catamarca y Santiago del Estero.
El gobernador Aráoz pone en marcha un taller de
amonedación que reproduciría la macuquina que se utilizaba en Potosí por ser la
más rudimentaria de las piezas que circulaban en el territorio. La moneda
tucumana era de plata feble, es decir que no respondía a la calidad ni al peso
que exigían las leyes monetarias en uso. Y ante la falta de maquinarias y
recursos adecuados, las monedas eran demasiado imperfectas. Pronto proliferó la
falsificación; se instalaron talleres clandestinos, como el de Nicolás Corro.
El problema de falta de moneda de plata buena era tan grave que se obligó al
curso forzoso de toda moneda, sea oficial o falsa. Como es de suponer, en otras
provincias no las aceptaban, salvo que se les impusiera una importante quita de
su valor, pero de ningún modo se podía transar con el exterior si no se contaba
con oro o plata genuina.
Las consecuencias eran predecibles: se generó un malestar
generalizado de la población y hubo un golpe de estado en 1821 que le dio fin a
la República del Tucumán, separándose definitivamente Catamarca.
Se clausuró la ceca tucumana, pero las monedas siguieron
circulando, ante la falta de metal para crear nuevas monedas. La crisis se
agravaba, ya que los comercios comenzaron a bajar sus persianas porque los
clientes querían deshacerse del dinero, que rápidamente perdía valor. Los más
afectados por el problema de circulante eran la clase medio y alta, ya que los
pobres y campesinos seguían haciendo uso del trueque, prescindiendo del dinero.
En 1824 asumió Javier López y decretó el fin de la moneda
federal. A nivel provincial, solo quedaban circulando las monedas de plata y
oro. La economía se resintió aún más por un tiempo y la población debió
adaptarse. Muchas provincias comenzaron a emitir sus primeros billetes. Que
dieron, en parte, solución a este acuciante problema monetario. Recién en 1881
se logró unificar la moneda en todo el territorio argentino, cuando se instauró
el peso moneda nacional.
Antonella Gutiérrez La Bruna
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