Es así como el ejército realista inició su marcha desde el
Alto Perú debiendo soportar en el trayecto algunos conatos subversivos en
Cochabamba obligándolo a distraer su atención sobre el objetivo trazado. Aquí
encomendó a operar en toda la zona al general Pío Tristán.
Ante el eminente peligro que los españoles de recuperaran
estas tierras el Triunvirato decidió trasladar la fábrica de armas instalada
Tucumán hacia Córdoba Belgrano no lo juzgó conveniente y el taller continúo
funcionando en su lugar de origen y, posteriormente, en un colegio religioso de
Los Lules.
A los efectos de buscar un impedimento para que las fuerzas
invasoras avanzaran hacia el sur de la actual Bolivia le ordenó a Antonio
González Balcarce, en su calidad de jefe de vanguardia, se trasladase hasta
Humahuaca y estudiar las posibilidades de apoyar a los patriotas de Cochabamba.
En su marcha Balcarce no perdió tiempo en reclutar milicianos formando una
caballería gaucha.
Mientras tanto Belgrano en Jujuy hizo bendecir, en la
Catedral, una bandera con el propósito de contagiar el sentido de patria entre
los vecinos del lugar. No obstante las medidas adoptadas para contener a los
realistas dispusieron que los jujeños abandonaran la ciudad sin dejar nada que
pudieran aprovechar sus enemigos. El ejército español venía aplastando todo
foco de resistencia patriótica desde Cochabamba y decidió que los jujeños
abandonaran la ciudad llevando consigo todo tipo de armas, ganado vacuno,
caballares, mulares y lanares; levantar la cosecha de las plantaciones y los
comerciantes embalar su mercadería y remitirla a Tucumán. Nada debía quedar
para los invasores.
Este hombre de gran talento también dictó severas sanciones,
imponiendo una férrea disciplina llegando al fusilamiento, para todos aquellos
que "por sus conversaciones o por hechos, atentara contra la causa sagrada
de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese; a los que
imperasen desaliento.
Nada detuvo a Manuel Belgrano en su objetivo, episodio que
enorgullece al país con el histórico: "Éxodo Jujeño".
Manuel Belgrano fue el último en ausentarse la ciudad
deshabitada. Para acosar a las tropas de Pío Tristán quedó en la retaguardia
patriota Eustaquio Díaz Vélez.
El combate de Las Piedras
En Cobos el hostigamiento adquirió mayor violencia. Los
hombres estaban cansados por el duro trajín hasta llegar a desmoralizarlos. Allí
el temple de del creador de la Bandera se hizo notar con energía. Mandó a
fusilar a dos soldados y aplicarles severos castigos a algunos oficiales. Los
realistas envalentonados ante este ejército que se retiraba, el 3 de setiembre
de 1812, decidieron cargar sobre la retaguardia.
Inmediatamente Belgrano cambió de posición y atacó a Tristán
derrotándolo completamente, dejando en el campo de batalla dos oficiales y
cincuenta y ocho soldados muertos, varios heridos, cuarenta prisioneros y
ciento cincuenta fusiles. Este combate se lo conoce como el de Las Piedras.
Con esta acción facilitó a Tucumán prepararse para recibir
al ejército invasor el 23 del mismo mes en una batalla confusa. Pero las
fuerzas del general Belgrano derrotaron completamente al enemigo.
Los españoles reconocieron la derrota, más no admitieron
rendirse, y se retiraron hacia Salta.
El Éxodo Jujeño debe figurar en los frisos más altos de la
veneración popular por la actitud heroica, donde el aporte de cada uno de los
jujeños es el sacrificio que pone el sello excepcional de una acción.
* Por Andrés Mendieta *
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