Esa es la versión oficial, otra apunta al suicidio. Y lo que
no pueden hacer los federales con el cadáver lo hacen los propios unitarios. La
tropa de Lavalle cubre sus restos con una bandera argentina y un poncho, y se
dirige al norte en penoso viaje a través de la Quebrada de Humahuaca. Velan a
Lavalle en una casa de Tilcara, descarnan el cuerpo casi putrefacto a orillas
de un arroyo, entierran las partes blandas en una bolsa de cuero. Se llevan el
corazón en un recipiente con aguardiente, los huesos lavados y puestos en una
caja con arena seca, y guardan la cabeza en un tonel de miel para llevarla con
facilidad y esconderla de los federales.
Año 1848. Se pone alumbrado de aceite, a mitad de cada cuadra, en la calle Parque y en las calles Suipacha y Esmeralda. Sobre la calle Parque, enfrente de la casa Biaus, vive doña Ventura Muñoz en un caserón con árboles frutales y 23 habitaciones que le sirven de renta. A continuación -yendo hacia Esmeralda- viven Miguel Galíndez, Juan Rodríguez; y después, hay una casa con tres patios de Victoria Olivera de Arana, la abuela de Dardo Rocha, que tiene por entonces diez años y juega en esos patios a ser soldado.
En 1852, Justo José de Urquiza (otro federal) derrota a Rosas en la batalla de
Caseros. Rosas parte al exilio y vuelven a nuestras calles los unitarios
exiliados en Uruguay, como Mariano Biaus -que reclama al nuevo Gobierno la
restitución de sus bienes-, como José Mármol, el autor de la novela Amalia, y
también vuelve Bartolomé Mitre, que rechazará el Acuerdo de San Nicolás
propuesto por Urquiza -porque otorga iguales derechos a todas las provincias- y
encabezará un alzamiento.
(Continuará…)
por Gabriel Luna
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