lunes, 23 de marzo de 2015

Tras las huellas del tranvía – Parte 4


El final

Los primeros en desaparecer fueron los que habían sido de la rama “Lacroze” y el “motivo” fue justamente aquel atractivo de la estación ferroviaria. La Secretaría de Transporte decide suprimir la circulación de tranvías por dentro de la estación. 
La solución consistía en la construcción de un par de curvas y un desvío de modo que la sortearan por Alvarez Thomas-Elcano. No se creyó justificable el gasto y se decidió suprimir las líneas, ya que las 127 y 71 de ómnibus las cubrían “perfectamente”. El 24 de junio de 1951 dejaron de andar el 15 y el 90, mientras que el 7 “resistió” hasta el 2 de diciembre de ese mismo año, haciendo un servicio corto entre el barrio y Chacarita. 

Las restantes líneas (ex Anglo) subsistieron algo más. Fue hasta 1954, cuando el 9 de julio se inauguró el trolebús 310 y el 96 dejó de funcionar. En tanto el 35 lo hizo a finales de ese mismo año, el 26 de diciembre de 1954, reemplazado por el trolebús 314. Pero el 35 había quedado lo suficientemente compenetrado en el sentir de los vecindarios que servía, al punto que la Secretaría de Transporte recibió una larga serie de notas solicitando su rehabilitación. Larga es la lista y ente ellos recordaremos los pedidos de la “Sociedad de Comerciantes Unidos de Mosconi y Artigas”, la “Asociación de Comerciantes de Villa Urquiza”, la “Asociación de Fomento y Biblioteca Popular Pueyrredón Sur”, la “Unidad Básica Nº 8 Circunscripción 7ª” y un sinnúmero de particulares. 
Es más: cuatro años después, el 11 de agosto de 1958, el Intendente Municipal comunica a la Secretaría de Transportes que el 16 de junio de 1954 el Honorable Consejo Deliberante resolvió recurrir a la Intendencia para que arbitre los medios por los cuales esa Secretaría de Estado hiciera conocer las razones que, en su momento, aconsejaron suprimir ese tranvía.

Resurrección

Si bien no podemos decir que haya sido permanente, la resurrección del tranvía en Villa Urquiza fue, al menos, real. Medio siglo después de que partiera el último tranvía desde Bebedero y Aizpurúa, una mañana, como una visión fantasmal, apareció de nuevo posado sobre los rieles de aquella tradicional terminal urquicense. Para los que tuvieron oportunidad de estar allí difícil será olvidar las miradas de asombro del vecindario, especialmente de los mayores, al volver a ver un tranvía en su cuadra. No es exagerado pero hasta hubo lágrimas, a las que se sumaron recuerdos, anécdotas y tantas vivencias que, ante la imagen de aquel viejo conocido, surgieron a borbotones del alma de todos. Pero no era un fantasma. La cuadra había sido elegida como escenario por la productora de la película La Fuga y el tranvía era necesario como protagonista de la escena. 

El coche era uno de los que integra la flota-colección de la Asociación Amigos del Tranvía, entidad que desde hace 22 años brinda con ellos el tradicional servicio histórico turístico del barrio de Caballito que todos los fines de semana, a partir de las 16, permite rememorar aquellos felices tiempos.En esa oportunidad la Asociación puso en práctica un nuevo rectificador que, mediante el tendido de una línea aérea provisional a lo largo de Aizpurúa, hizo posible que el coche circulara por sus propios medios. Ni hablemos cuando el vecindario lo vio marchando: ¡vítores y aplausos! Y hubo más. Como retribución al recibimiento y acogida de los vecinos, una vez terminada la filmación (que llevó dos jornadas) los muchachos del tranvía invitaron a todos a reandar esos rieles ida y vuelta en un miniviaje a bordo del 652. Fue el 3 de noviembre de 2001. * Presidente de la Asociación Amigos del Tranvía.


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