domingo, 1 de febrero de 2015

Hace un siglo murió Sáenz Peña - Parte 2


Crisis romántica

Diputado a la Legislatura en 1876, llegó a presidir la Cámara. Pero dimitió en 1877, para afrontar una crisis personal. Estaba enamorado y dispuesto a casarse, cuando su padre le reveló que la novia era hija suya –no se sabe si natural o adulterina- y por lo tanto resultaba ser su hermana.

La herida romántica lo llevó a alejarse del país. En esos momentos, se desarrollaba la Guerra del Pacífico, entre Chile y Perú. El joven se enroló en el ejército peruano, cuya causa consideraba justa. Se batió heroicamente en las acciones de San Francisco y de Tarapacá, así como en el sangriento asalto y derrota del Morro de Arica. Allí fue ultimado su jefe, el coronel Francisco Bolognesi, y luego cayeron los oficiales que le seguían en rango. Al fin, quedó Sáenz Peña, herido, al frente de la tropa peruana. Fue tomado prisionero y llevado a Chile.

Política americana

Vuelto a Buenos Aires, fue subsecretario de Relaciones Exteriores, de 1880 a 1882. Con Carlos Pellegrini, Lucio V. López, Delfín Gallo y Paul Groussac, fundó en 1884 “Sud América”, diario político que pronto adquirió gran importancia y tiraje.

Ya por entonces, sus preferencias se orientaban con fuerza hacia los temas de la política continental. Corría 1887 cuando fue designado ministro plenipotenciario en el Uruguay. Luego, como delegado –con Manuel Quintana- al Congreso Sudamericano de Derecho Privado, tuvo descollante actuación en las definiciones sobre asuntos como el derecho de asilo y las extradiciones. Dos años más tarde, en el Congreso Panamericano de Washington, le correspondió un papel no menos memorable, en el tema de los regimenes aduaneros del continente. Su doctrina se sintetizó en el principio “América para la humanidad”, que corregía, sin decirlo, la famosa tesis de James Monroe, “América para los americanos”.

El padre candidato

Por lealtad hacia su amigo, el presidente Miguel Juárez Celman, aceptó ser ministro de Relaciones Exteriores, en los turbulentos finales de esa administración. Al ocurrir la revolución de 1890, fue jefe de las tropas leales concentradas en Rosario, en carácter de Comisionado de Guerra del Poder Ejecutivo Nacional.

En 1892, ya senador nacional, se levantó su candidatura a presidente de la República. Pero los manejos del “Acuerdo” lo neutralizaron, enarbolando la nominación de su padre para el alto cargo. Entonces, retiró su candidatura. El doctor Luis Sáenz Peña fue elegido presidente, mientras su hijo renunciaba al Senado y se dedicaba a ejercer la abogacía (en sociedad con Pellegrini, Federico Pinedo y Miguel Cané) y al trabajo rural en un campo de Entre Ríos.


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