miércoles, 17 de septiembre de 2014

Los saladeros del Riachuelo - Parte 1


  
La traslación de algunos saladeros a la orilla derecha del riachuelo, cumplimentando el Decreto del Gobierno de la Provincia, la instalación de nuevas fábricas sumadas a las ya existentes en el paraje hicieron que éste se fuera transformando paulatinamente en un centro poblado, sobre todo en el nudo que formaban el puente de Barracas, antiguo de Gálvez, y los dos grandes caminos que arrancaban de su repecho sur: el llamado propiamente del sur o de Buenos Aires y Pampa – hoy Avenida Presidente Bartolomé Mitre- y el camino a las Lomas de Zamora y las Cañuelas – hoy Avenida Presidente Hipólito Yrigoyen- . 

Posteriormente el núcleo poblador se fue extendiendo a lo largo del camino del sur, y sobre una serie de callejuelas y caminos de atajos formados arbitrariamente entre uno y otro establecimiento, o entre puntos importantes, que conservándose a través de los años fueron las primeras calles del pueblo de Barracas al Sud. 

La formación del pueblo se debió a la labor y afincamiento del proletariado ganaderil, notoriamente desde 1822, y del cual se posee escasos datos. Guillermo Suffern anota que “las faenas de los saladeros con sus exigencias de brazos atraían una masa de pobladores que debían habitar en el establecimiento o en sus inmediaciones”.

Las fábricas de tasajo y más tarde las de productos derivados; cebos y grasas para iluminación, determinaron la formación de un “lumpen proletarial” de características bien definidas que jugó un importante papel en las contiendas políticas como elemento de acción, y contribuyó al acrecentamiento de aquella primitiva forma de industrialización.

Este bajo proletariado integrado en su mayoría por reseros, matarifes, desarrolladores, varaderos, peones de playa, carretilleros y carreros, alternaban sus jornadas con pulperos, traficantes de cueros robados, soldados desertores de los ejércitos, pordioseros, vagos y mal entretenidos en el escenario bárbaro del saladero y en el caldeado ambiente de las pulperías, proliferadas entre el rancherío que iba circundando los galpones y los bretes, y a la vera de los caminos intermedios que trazaron la conformación topográfica del casco antiguo de Avellaneda.

Las instalaciones de las fábricas eran entonces muy precarias; no existían reglas higiénicas de ningún orden, ni maquinarias, ni aparatos para facilitar la labor. Generalmente todo el establecimiento se componía de un potrero en el cual estaban los corrales para depositar las haciendas, los bretes donde se efectuaba la matanza, ejecutada ésta sobre la tierra, convertida en fangal de sangre permanente, algún galpón para salar y para guardar el producto, y las largas y malolientes hileras de varas horizontales donde se colgaban los trozos de carne a orear, llamadas varales, piletas de mampostería o de madera para la salmuera y alguna ramada para las caballerías. En esta primera época del saladero no existían desagües ni cercos que separaran la fábrica de las vías de tránsito. Junto a ella estaban los ranchos, y en cualquier esquina del vasto potrero la pulpería y la casa de juegos.


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