La contratapa del diario Clarín terminó por ser enteramente nacional el 2 de
enero de 1980 cuando el comic Mutt y Jeff fue reemplazado por Teodoro &
Cía, la historieta más conocida de Roberto López –Viuti, (1944-1989)- un
humorista que también publicó en Tía Vicenta, en Satiricón, en Mengano, en
Chaupinela, en Humor y en La Nación.
La tira está dibujada con línea pura y despojada, sobre fondo
blanco, sin demasiada ambientación (un rectángulo que, parado, hace de fichero
y, acostado, de escritorio y el infaltable reloj para marcar la entrada y la
salida) y personajes de sucinta resolución gráfica (narigones, casi siempre de
perfil y con ojos que son apenas dos puntitos). El desarrollo de la trama no
está sostenido por la acción sino por los diálogos: el jefe sentado, los
empleados de pie.
Esa quietud y esa austeridad, llaman a engaño. Pero, ya se sabe,
no hay que dejarse guiar por las apariencias.En esa simplicidad está,
justamente, la expresividad.
No hay sombras, ni grises, ni (casi) negros y, aunque resulte
paradójico, el blanco le basta a Viuti para mostrar el lado más oscuro de la
oficina: las maniobras sucias para no pagar una indemnización, el desprecio de
las jerarquías hacia los subalternos, las abismales diferencias salariales, las
agachadas…
No es un gesto inocente que la voz que lleva las viñetas sea la
del cadete; él es el encargado de radiografiar con agudeza e ironía ese
muestrario, a pequeña escala, de las conductas sociales.
Publicada en un diario masivo que no cuestionaba a la dictadura
militar por entonces en el poder –Guerra de Malvinas mediante– Viuti hizo,
directa e indirectamente, críticas y cuestionamientos al régimen mucho más
profundos que la cobertura periodística. Tuvo varias tiras censuradas. Iba a la
redacción a entregar su trabajo con el corrector en la mano porque sabía que
algo iba a tener que modificar y muchas veces se negó a hacerlo; de ello da
cuenta el reverso de los originales en donde la mano censora sentenciaba, en
lápiz: “No va”.
Teodoro es, prácticamente, el único personaje que tiene nombre de
pila entre todos los protagonistas, que se llaman por el apellido, y es el
último eslabón de la cadena. Un hombrecito de físico pequeño y una inteligencia
que, por fortuna, es inversamente proporcional. Sus comentarios y reflexiones son
breves pero contundentes: allí radica el efecto demoledor de cada entrega.
por Judith Gociol
http://www.comiqueando.com.ar
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