lunes, 25 de agosto de 2014

Entrevista a Julio Cortázar – Parte 8

Novela Vs. Cuento

Julio Cortázar, volviendo a la literatura latinoamericana, ¿a qué atribuye usted que un escritor como el mexicano Juan José Arriola no tenga la trascendencia que merece?

Bueno, por un lado se me ocurre que puede deberse al hecho de que él no ha escrito novelas. Usted sabe que la novela es realmente el gran medio de comunicación y de conocimiento literario, a pesar de que América latina es un continente de cuentistas, para mi gran alegría. En América latina se escriben y se leen muchos cuentos; pero de todas maneras, el lector en general y el editor también, tienen una preferencia intuitiva por la novela, por embarcarse así en un viaje más largo que el pequeño crucero por el Delta que le da un cuento.

¿Por eso se embarcó usted en una novela larga?

No, yo me embarqué el día que sentí la necesidad de hacer un viaje largo. Usted sabe que el problema del fondo y la forma es absolutamente falso; simplemente hay ciertos temas que no se pueden tratar como cuentos, sino que exigen un desarrollo novelístico. Cuando se quiere ahondar en ciertos personajes o mostrar sucesivas etapas en una situación dada, el cuento no sirve. El cuento es una esfera, es una cosa que se define rápidamente y cuya perfección está precisamente en su brevedad. Esto es útil para volver a Juan José Arriola: el hecho de que no haya escrito novelas lo ha colocado en una situación que no diré marginal, pero reservada a muy pocos que se interesan por los cuentos; y esto lo ha separado un poco del gran público. Yo usaría la palabra injusticia, porque es una gran injusticia lo que pasa con Arriola. Yo diría, sin ir tan lejos, sin ir a México, que aquí en el Río de la Plata tenemos un ejemplo similar y es el caso del uruguayo Felisberto Hernández. Felisberto es un gran desconocido todavía. Me pregunto si en el Uruguay, salvo los llamados intelectuales, el público conoce a Felisberto, un cuentista genial y, como Arriola, un hombre de una modestia infinita. ¿Sabe que se ganaba la vida tocando el piano en los cafés, y le importaba un bledo del prestigio literario? Escribía sus cuentos (algunos se han salvado por milagros porque se los había pasado a un amigo en manuscrito) y luego quedaban olvidados en un cajón. Bueno, Felisberto tampoco escribió una novela; escribió algunos cuentos largos pero ninguna novela; si la hubiese escrito sería mucho más famoso. Creo que la explicación está en eso.

¿Y qué piensa de Jorge Luis Borges a nivel mundial?

Bueno, es de una trascendencia harto merecida. Usted sabe que, en la actualidad, cada vez que se menciona a Borges inmediatamente la gente se divide en bandos perfectamente diferenciados.

¿Aquí en la Argentina o en otros lugares también?

En América latina, diría yo. En otros lugares se lo conoce como escritor; y lo que pasa en América latina es que en estos últimos años, además de su trabajo como escritor, hemos conocido los puntos de vista geopolíticos de Borges. Esto ha creado con respecto a él un antagonismo manifiesto de parte de mucha gente que no puede aceptar cierto tipo de declaraciones hechas por alguien cuya palabra tiene tanta repercusión en el interior y en el extranjero. Yo personalmente no puedo aceptar que diga, por ejemplo, que el único defecto de Estados Unidos es haberle dado educación a los negros. Sin embargo, Jorge Luis Borges ha escrito algunos de los mejores cuentos de la historia universal de la literatura. El escribió también una Historia Universal de la Infamia.

 ¿Ve a su madre con frecuencia? ¿Viaja su madre a Europa o viene usted? ¿Se cartea con ella?

Alguna vez ha viajado mi madre a Europa y ha estado cierto tiempo conmigo, pero ahora soy yo quien viene a verla. En cuanto a cartearnos, bueno, ella es como Madame de Sevigné, es decir que me escribe muchísimo y yo le contesto todas sus cartas: tenemos una complicidad epistolar muy hermosa, porque mi madre a pesar de sus años...

¿Qué edad tiene su madre?

Tiene 78 años y se conserva admirablemente bien. Tiene un sentido del humor que se sigue manifestando en todas sus reflexiones y sus actos, con lo cual siempre hay posibilidad de diálogo y eso hace de nuestra correspondencia y nuestra relación una amistad que no se ha quebrado nunca. Yo soy muy amigo de mi madre. Y sé que ella no solamente me quiere como hijo, sino que me estima como amigo, como camarada.


Y con su padre, ¿fue también saludable la relación?

No, con mi padre no fue nada saludable porque no hubo ninguna relación. Yo dejé de verlo a los seis años, cuando se marchó de mi casa.

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