sábado, 23 de agosto de 2014

Entrevista a Julio Cortázar – Parte 3


Poco más de un año antes había fallecido prematuramente a los 36 años su tercera mujer, Carol Dunlop, de quien Cortázar estaba profundamente enamorado. Nunca se recuperó de la pérdida. “Estoy tan solo y tan deshabitado”, escribirá en carta a Silvia Monrós cuatro meses más tarde.
Poco antes de la muerte de Carol, en febrero de 1982, Cortázar –siempre comprometido con la situación que se vivía en la Argentina- había proclamado un “Nuevo elogio a la locura”, publicado en el periódico La República, en París, el 19 de febrero de 1982, luego de enterarse de que “los sicarios de la junta militar argentina echaron a rodar la calificación de ‘locas’ a las Madres de Plaza de Mayo”. Decía entonces: “la locura merece ser elogiada cuando la razón, esa razón que tanto enorgullece al Occidente, se rompe los dientes contra una realidad que no se deja ni se dejará atrapar jamás por las frías armas de la lógica, la ciencia pura y la tecnología”. Y concluía más adelante: “Sigamos siendo locos, madres y abuelitas de la Plaza de Mayo, gentes de pluma y de palabra, exiliados de dentro y de fuera. Sigamos siendo locos, argentinos: no hay otra manera de acabar con esa razón que vocifera sus slogans de orden, disciplina y patriotismo. Sigamos lanzando las palomas de la verdadera patria a los cielos de nuestra tierra y de todo el mundo”.
Reproducimos a continuación una entrevista que le hiciera el periodista peruano Hugo Guerrero Marthineitz en 1973, donde Cortázar se explaya largamente sobre diversos temas: sus comienzos como escritor, Borges, su militancia política, sus gustos musicales, la pintura, etc.

Un reportaje de Hugo Guerrero Marthineitz

La vuelta a Julio Cortázar en 80 preguntas
Hace pocos días, el showman, discómano y periodista Hugo Guerrero Marthineitz consiguió algo que muchos colegas procuraron infructuosamente: dialogar un largo rato con Julio Cortázar. El escritor argentino radicado en París y actualmente de paso por Buenos Aires –donde acaba de editarse su último trabajo: El libro de Manuel- se encontró a eso de las 10 de la noche con Guerrero y conversaron durante más de una hora y media frente a un grabador. Posteriormente, en su programa “El show del minuto”, que se difunde diariamente por radio Continental, HGM gratificó a sus oyentes con la reproducción de ese diálogo: una apasionante excursión por el universo del talentoso autor de Rayuela. En esa íntima, reveladora conversación, Cortázar habla de su infancia, de su vida cotidiana, del destino latinoamericano, de Troilo y de Gardel, de sus razones para vivir en París, de la experiencia política peruana, chilena y de las elecciones argentinas, de los jóvenes escritores, de su trompeta… La gentileza de Hugo hace posible que, en este número de Siete Días, los lectores que no hayan escuchado la transmisión conozcan los pasajes fundamentales de éste, seguramente el mejor reportaje a Cortázar.
Sé que no concede habitualmente entrevistas. Ahora bien, ¿es cierto lo que se dijo, hace dos años, a raíz de un viaje suyo a Buenos Aires, que usted cobraba sumas elevadas por acceder a una entrevista?
Su pregunta se divide en dos partes. Yo accedo muy poco a entrevistas; en cuanto a la radio, tengo la impresión de que ésta es la primera, salvo incidentalmente el haber contestado una o dos preguntas frente a algún micrófono que circulaba en el curso de algún acto, una mesa redonda, en Europa sobre todo. En cuanto a que ya haya cobrado por entrevistas o colaboraciones donde se trataba de problemas ideológicos, eso forma parte del sistema de calumnia teleguiada por quienes usted y yo conocemos.

¿Cuánto tiempo hace que falta del país en calidad de residente?
De residente con una cierta permanencia. Yo me fui hace 22 años, pero he vuelto cinco veces por períodos de dos o tres meses. El último pasaje por aquí fue muy breve: yo estuve en Chile cuando Salvador Allende tomó la presidencia porque quise solidarizarme con la venida popular, y me pareció que había que estar físicamente presente. No bastaba una solidaridad telegráfica porque, de todas maneras, era la primera vez que, en esto que llaman el Cono Sur, se intentaba una experiencia socialista. De manera que me vine y, luego de esos días que pasé en Chile, bajé aquí a Buenos Aires y me quedé cinco o seis días. Vine solamente a ver a mi madre y a mis amigos, de modo que pienso que eso no cuenta como pasaje.

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