miércoles, 2 de julio de 2014

PELOPINCHO Y CACHIRULA




Cualquier niño que creció en Argentina entre 1949 y 1999 probablemente conozca a Pelopincho y Cachirula. Iniciada en Billiken en algún momento de los años ´40 (probablemente entre 1947 y 1949) y luego migrada a Anteojito hacia finales de los ´60, la tira de Fola es una cosa tan hermética, tan prototípica, tan perfectamente cómica, que es inevitable que uno en su infancia haya corrido las páginas hasta llegar a la tira vertical de cómo mucho dos cuadritos por línea.


Creada por Fola, nombre de pluma de Geoffrey E. Foladori, inglés de padre uruguayo que se mudó a Montevideo a los 11 años para adoptarlo para siempre, Pelopincho y Cachirula reproduce uno de las dinámicas más antiguas del humor: la del tonto y el inteligente. Pelopincho es un gordito cachetón (todos los personajes de Fola son gorditos y cachetones, en realidad, y con la boca perpetuamente abierta en una sonrisa expectante) que siempre comete errores bobos o interpreta todo de la manera más literal posible. Cachirula (¿su hermana?, ¿amiga?, ¿pareja?, ¿madre?) es una niña que se inscribe en la ilustrada línea de Nancy y La Pequeña Lulú, siempre con un retruécano, un plan bajo su manga o una manera de aprovecharse de la tontera de Pelopincho. Las tiras en general se resuelven de dos maneras: Pelopincho burlado por Cachirula o Cachirula descubriendo la brutalidad que se mandó Pelopincho. En cualquier caso, es un juego de suma cero: en ningún caso ambos son felices.
Pero, al mismo tiempo, viven en un mundo terriblemente amable: muchas veces los arboles, los tranvías, las paredes tienen sonrisas en los dibujos de Fola, como si todos en cualquier momento se pusiese a cantar y bailar. Y los dos protagonistas son, en definitiva, niños, compañeros y amigos. La violencia no tiene mucho lugar en el mundo de Pelopincho y Cachirula, donde las consecuencias del chasco en general permanecen ocultas. La última viñeta, siempre, es solo una revelación que se hace deliciosa con las perpetuas caras de sorpresa que dibuja Fola. Si la violencia aparece, es en la forma de cuerpos que vuelan por los aires y nunca chocan con nada, mientras un montón de gotitas de sudor nervioso flotan suspendidas.

El autor murió en 1999 y Pelopincho y Cachirula dejaron de aparecer en Anteojito, en una especie de anuncio del deceso de la revista, que cerró en el 2001. Es triste pensar que los niños actuales, probablemente, sólo los conocerán a través de los trasnochados y nostálgicos relatos de un ejército de viejos que todavía sueñan con ese mundo siempre sonriente.
por Amadeo Gandolfo
http://www.comiqueando.com.ar


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