miércoles, 30 de julio de 2014

Inca Andaluz - Parte 1


Allá por 1655 en los Valles Calchaquíes,  un novelesco personaje nacido en Andalucía, llamado Pedro Bohórquez o Pedro Chamizo, quien se hacía llamar Hualpa Inca, jurando ser descendiente directo de los Incas, se ganó el favor y la confianza de los diaguitas y se ofreció a liderarlos para combatir contra los españoles y reinstaurar el imperio incaico.

Bohórquez trabajaba a dos puntas y había establecido contacto con el gobernador español, al que le prometió llevar adelante un fino trabajo de espionaje para dar con los tesoros ocultos en la zona y lograr la definitiva derrota de aquellos pueblos tan guerreros. Los españoles también le creyeron y el 11 de agosto de 1657 lo nombraron lugarteniente de gobernador, justicia mayor y capitán de guerra de los valles Calchaquíes, otorgándole además una autorización escrita para portar el título de Inca.

También logró el apoyo para nada desinteresado de dos misioneros, los padres Eugenio de Sancho y Juan de León. El padre León, por ejemplo, escribía: 


Señor capitán Hernando de Pedraza: [...] si la tercia parte de las noticias [de riquezas] de Calchaquí se descubre, no habrá en el mundo [...] provincia más rica que la nuestra. [...] Le pondré una memoria de lo que ha llegado a mi noticia, de riquezas [...]. ¡Jesús de mi alma! Dejemos ya la tierra caduca y miserable. Subámonos un poco al cielo [...] donde tendrá a colmo [...] cuantos gustos y deleites honestos puede percibir el entendimiento humano [...]. Minas del Pular: fundición de plata. En el pueblo de Cachi: minas de plata [...] y de oro [...]. En Calchaquí: [...] la Casa Blanca y una muy nombrada huaca. En Guampalán: minas de plata. En Quilmes: dos huacas grandiosas. En Encamana: de plata. 1

Wak’a, en quechua, significa “lo sagrado”, “lo sobrenatural”, y se aplica tanto a una divinidad como a un objeto de culto, como es el caso de las ofrendas hechas a los dioses. La práctica de enterrar ofrendas de objetos de oro, plata y piedras (muy extendida en la zona andina, por el culto a los cerros, a la Madre Tierra y a los antepasados) llevó a que el término se volviera sinónimo, para los españoles, de “tesoro enterrado”, por lo que todo sitio sagrado andino fue objeto preferencial de su codicioso saqueo.

1 Carta del P. Juan de León a Hernando de Pedraza, citada por Teresa Piossek Prebisch, La rebelión de Pedro Bohórquez: el Inca del Tucumán, 1656-1659, Buenos Aires, s/e, 1976, págs. 101-102.

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