I
Hipólito Yrigoyen, bautizado Juan Hipólito del Sagrado
Corazón de Jesús Yrigoyen, nació en Buenos Aires el 13 de julio de 1852. Era
hijo de Martín Yrigoyen, un vasco francés carrero y cuidador de caballos, y de
doña Marcelina Alem, hermana de Leandro Alem, el fundador de la Unión Cívica
Radical y revolucionario caudillo federal y popular.
Criado en un hogar sencillo, tuvo una cuidada educación en
colegios de clérigos franceses y españoles. Era el mayor de los cinco hijos del
matrimonio Yrigoyen-Alem, con dos hermanos -Roque y Martín-, y dos hermanas -Amalia
y Marcelina-. Ayudaba a su padre en sus trabajos de cuarteador y carrero, en
los suburbios porteños, y allí se conformó un carácter voluntarioso y
disciplinado. Adolescente, trabajó como empleado en un comercio de tenderos,
como conductor de tranvías y ya estudiando derecho, en un estudio jurídico.
Siguiendo a su tío Leandro, actuó políticamente en el autonomismo populista de
Adolfo Alsina, que sería Vicepresidente de Domingo Faustino Sarmiento. Fue
durante la Administración de éste último, que Yrigoyen fue designado comisario
en la Parroquia de Balvanera, a los 20 años.
Finalizó sus estudios de abogado a los 25 años, asumió como
diputado en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires en 1877. En 1880,
fue administrador General de Patentes y Sellos de la Nación por pocos meses, y
luego será elegido diputado Nacional, por el partido del General Julio A Roca.
Al finalizar su mandato, decepcionado por la política pequeña de intrigas y
acuerdos de conveniencia que vivió en la Legislatura, no volvió a ocupar cargos
públicos. En esa década de 1880
a 1890, Yrigoyen realiza su etapa de recogimiento,
retirándose de la vida pública, mientras ejerce la docencia en la Escuela
Normal de Señoritas, y se dedica al estudio, la reflexión y las ocupaciones de
campo.
Su reaparición es explosiva, porque participa como uno de
los protagonistas en la Revolución de 1890. Y poco después, junto con Leandro
Alem, funda la Unión Cívica Radical, el 2 de julio de 1891.
A la muerte de Alem, asume la conducción de su partido. Es intransigente
con el régimen de gobierno, al que juzga oligárquico, corrupto y fraudulento.
Esa intransigencia lo conduce a la abstención electoral y al levantamiento
armado de carácter revolucionario. Es en particular importante la Revolución de
1905, cuando Yrigoyen define el sentido y orientación de la “reparación
fundamental” de la Nación, según sus propios términos; en esa oportunidad
organiza un partido aguerrido y fuertemente conexionado en la abstención
electoral y la resistencia armada.
Su empeño y coherencia, su honradez e inteligencia, lo
convierten en un gran caudillo popular de la democracia. Gran organizador,
incansable militante, misterioso conspirador, su figura va adquiriendo en las
masas populares caracteres míticos: de palabra parca pero convincente, siempre
referida a muy altos ideales, generoso y desprendido en el trato personal. Sus
correligionarios lo admiran; los correligionarios lo idolatran; los enemigos lo
respetan y lo temen por su intransigencia insobornable. Finalmente, como jefe de
la oposición, la presión revolucionaria, la obstinada abstención de la
intransigencia obtiene del Presidente Roque Sáenz Peña en 1910 la sanción de la
ley de sufragio universal y secreto, que lo llevaría a la Presidencia en 1916.
Luego del periodo constitucional del también radical Marcelo
de Alvear, es nuevamente electo Presidente con amplísimo apoyo popular en 1928.
El 6 de setiembre de 1930 es derrocado por un golpe militar, de tendencia
fascista. Preso en la Isla de Martín García por disposición de la Dictadura, es
absuelto y regresa a Buenos Aires, ya muy enfermo.
Muere el 3 de julio de 1933, en medio de la congoja popular.
Una multitud lo despide.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario