sábado, 21 de diciembre de 2013

Manuel Belgrano y una persistente obsesión por la educación (y por su calidad) - Parte 2

Belgrano va todavía más allá al incluir a las mujeres en el proceso educativo y productivo. Argumenta que son más necesarias escuelas básicas para niñas que una universidad en la capital, que solo “habría aumentado el número de doctores”, en lo que supone una defensa de la educación básica (incluyendo a las niñas) por sobre la universitaria. El 17 de marzo de 1810 el Correo de Comercio publica un artículo clave, titulado “Educación”, en el que Belgrano baja línea sobre sus objetivos: alfabetizar a la población y formar al hombre moral. En él le adjudica a la falta de educación “los horrores que observamos casi sin salir del poblado” y describe que la enseñanza “se halla en un estado tan miserable que casi se podrá asegurar que los Pampas viven mejor”.

Su propuesta es que los Cabildos organizaran escuelas de primeras letras y las dotaran de recursos, con un sueldo de 200 pesos para el docente, la obligatoriedad de la educación y el mandato a los jueces de intervenir para hacer efectivo que los padres manden a sus hijos a clases. La educación debía ser gratis, salvo para “los padres pudientes”. “Nuestros lectores tal vez se fastidiarán con que hablemos tanto de escuelas”, escribe el 21 de Julio de 1810, semanas después de la revolución. Un país nuevo, argumenta, necesita “echar los fundamentos de la prosperidad perpetua” a través de la educación básica. Así, Belgrano trazaba una línea entre educación, trabajo, producción, ciudadanía y Nación. Como vocal de la Primera Junta, promovió la creación de la Academia de Matemáticas; cuando Mariano Moreno fundó la primera Biblioteca Pública, Belgrano donó 149 volúmenes de su propio patrimonio; cuando venció Salta y Tucumán decidió donar premio de 40.000 pesos que le otorgó la Asamblea para construir cuatro escuelas en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero.

Belgrano significa una transición entre la precaria educación colonial, con sus valores y rituales, y una educación independiente y progresista. Se anticipa al debate del siglo XIX que terminará en la ley 1420. Desde el pasado, nos recuerda que estudiar no es transitar la escuela, sino adquirir conocimientos que sirvan para ser ciudadanos integrados a la comunidad.

*Periodista e historiador. Autor de Belgrano, la revolución de las ideas (Sudamericana).
Fragmento de la nota
Por Diego Valenzuela

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