De los cuatro años de producción de su
documental Trelew, la antropóloga y cineasta Mariana Arruti recordó ayer, entre
otras cosas, el momento en el que no aceptó las condiciones que uno de los
médicos de la Base
Almirante Zar, que asistió a las víctimas de la Masacre de Trelew, le
impuso para dejarse entrevistar. “El doctor Talavera me dijo que aceptaba que
lo filmara, pero que el tape se lo iba a quedar él. Hoy me arrepiento. Nunca
pensé que iba a estar en un juicio para poder contar lo que me habría dicho”,
dijo Arruti frente al Tribunal Oral Criminal Federal de Comodoro Rivadavia
durante su testimonio en el marco del juicio por los fusilamientos del 22 de
agosto de 1972. Talavera falleció y se llevó consigo su versión de las muertes.
El
repaso de la realización de una de las dos producciones audiovisuales que
existen sobre la masacre –la otra es Ni olvido ni perdón, del desaparecido
Raymundo Gleyzer– aportó a la “contextualización” de los asesinatos “en el
marco de las violaciones a los derechos humanos”, evaluaron las partes
acusatorias en el juicio. La persecución a las familias de dos de las víctimas
–los Sabelli y los Capello– y a Daniel Carreras, el periodista que cubrió para
la televisión local la entrega en el viejo aeropuerto de Trelew de los presos
políticos que se habían fugado del penal de Rawson, fueron algunos de los
puntos más fuertes de su declaración.
Arruti
comenzó a responder preguntas de las querellas y defensas frente al Tribunal
Oral de Comodoro Rivadavia pasadas las 16 de ayer. Los acusados –los marinos
retirados Luis Sosa, Emilio del Real, Roberto Pacagnini y Jorge Bautista– la
oyeron desde Buenos Aires. El cabo Carlos Marandino participó de cuerpo
presente. La cineasta mencionó los puntos sobresalientes de la producción del
documental que realizó sobre la masacre, que se proyectó en el marco del juicio
a principios de mes. “En muchos tramos de su declaración, Arruti logró entablar
una conexión directa entre la
Masacre de Trelew y las violaciones a los derechos humanos
que sucedieron desde 1976 en el país, lo cual refuerza mucho la caracterización
de los crímenes de 1972 como delitos de lesa humanidad”, analizó el abogado de la Secretaría de Derechos
Humanos Germán Kexel.
Kexel
se refirió a lo que mencionó la cineasta respecto del periodista de Canal 3 de
Rawson Daniel Carreras, la tía de María Angélica Sabelli y la madre de Eduardo
Capello, quienes en el marco de la realización del documental aseguraron haber
sido víctimas de persecución política durante la última dictadura. También a las
dificultades que Arruti dijo que tuvo al encontrar imágenes de la toma del
aeropuerto, el 15 de agosto de 1972. “Era material que no se encontraba en los
canales y después me enteré de que las fuerzas de seguridad en el ’76
comenzaron a retirar cintas que podrían haber sido utilizadas para identificar
personas”, consideró.
“Carreras
me contó las consecuencias en un montón de aspectos que tuvo para hacer esa
entrevista en el aeropuerto”, mencionó Arruti en relación con el periodista que
había hablado con los referentes de los 19 presos políticos fugados del penal
de Rawson en el viejo aeropuerto de Trelew. “Me contó que de la toma se llevó
una púa que le regaló (una de las víctimas, Mariano) Pujadas y una foto de los
militantes; que después de eso se fue a vivir al conurbano bonaerense y que
allí le allanaron la casa, lo detuvieron y desaparecieron durante diez días en
Campo de Mayo, donde fue ferozmente torturado.” El material de esa charla quedó
afuera del documental, pero Arruti lo cedió al tribunal para que sea
incorporado en la causa ya que, si bien el periodista declaró en la etapa de
instrucción, falleció antes del juicio. El tribunal analizará la incorporación
de otra prueba sumada por la querella de los familiares: el audio de una
entrevista que ofrecieron los tres sobrevivientes a los fusilamientos, María
Antonia Berger, Ricardo Haidar y Alberto Camps. “Es una prueba importante por
lo simbólico, porque se recupera su voz”, analizó Kexel.
Las
charlas con Soledad Capello y Chela Sabelli, en tanto, “impactaron mucho” a la
antropóloga. Luego de mudarse en varias oportunidades por sufrir “amenazas”,
los padres de Eduardo Capello sufrieron la desaparición de su otro hijo, Jorge,
quien “había ido a reconocer el cuerpo de su hermano a Trelew y aparecía en varias
notas periodísticas de la época”. “Jorge fue secuestrado con su mujer, Nené, y
su hijo de 14 años. Los vieron por última vez en El Vesubio”, apuntó la
cineasta. Chela fue quien “reconoció el cuerpo de su sobrina en la morgue,
antes de que le hicieran la autopsia”, a dos meses de haber sido asesinada, y
cuyo resultado arrojó que “el tiro mortal fue dado a 10 centímetros de la
nuca”. Su familia entera se exilió en Italia tras la masacre. Los documentos
descubiertos en el archivo de la
Armada hace poco más de un mes contienen el informe de esa
autopsia, en tanto que el dato del tiro de gracia en la nuca lo mencionó
durante su declaración Miguel Marileo, el empleado de la funeraria que contrató
la Armada para
trasladar los cuerpos.
Por Ailín
Bullentini
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