miércoles, 2 de octubre de 2013

La epopeya de las cataratas - Parte 1



Difícilmente se pueda ignorar que en cada retazo de la Conquista en América existe una señal homérica, en tanto querramos ubicarla como hazaña del Hombre, empujado por tremendos heroísmos, ambiciones, ensueños, etc.  Y en cada secuencia, él o los protagonistas se destacan en el tiempo en forma clara, definida, tiñendo los hechos con el color de su nítida individualidad. 

Todos los grandes Capitanes que abrieron sendas dejaron su sello.  Esto ocurre también con la figura legendaria del Segundo Adelantado del Río de la Plata, don Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Nació en Jerez de la Frontera, hijo de don Francisco Vera y de doña Teresa Cabeza de Vaca, de noble linaje, como refiere Lafuente Machaín, se educó en casa de su tío el comendador Pedro Estopiñán, poniéndose luego al servicio de los Reyes Católicos; hizo las campañas de Italia y en las luchas de las Comunidades de Castilla combatió sin tregua.  Refiere el citado historiador que en el año 1521, gentes de Don Juan de Figueroa tomaron el Alcázar de Jerez, oportunidad en que Cabeza de Vaca, en unión de algunos parciales del Duque de Medina Sidonia, retomó ese bastión y lo entregó a Don Jorge de Portugal.

Quizá templaran a Don Alvar Núñez estas luchas para afrontar la gran aventura en Indias.

Sabemos que el alejamiento de escena de Don Pedro de Mendoza, creó un período de incertidumbre, de choques, de gobiernos provisorios, determinando el Rey de España firmar una Capitulación a 15 de junio de 1540, por la cual designa a nuestro personaje en calidad de Adelantado, cuando éste ya había regresado a la Península, ahíto de aventuras, huellas, cicatrices y relatos, tras el peregrinaje con Pánfilo de Narváez en la Expedición a la Florida, donde salvó apenas su vida, tras un cautiverio entre los indígenas, episodios que después relata en sus valiosas Memorias.

“En esta Capitulación –señala Medardo Chávez- especificaba no permitir letrados ni procuradores, porque las experiencias habían demostrado que esas profesiones ocasionaban diferencias y pleitos originándose discordias mortales y odios implacables; repartimiento de tierras a perpetuidad a los que la hubiesen poseído cinco años cumplidos; facultad para tratar y contratar libremente con los indios; libertad a los vecinos de las Provincias del Río de la Plata para volver a España sin necesidad de permiso del Rey”, etc. etc.  Es evidente que esa Capitulación establecía premisas ejemplares, dignas de la mejor constitución democrática, pero bien sabemos que en su casi totalidad, en la práctica, era letra muerta.

Con los pliegos reales y el corazón animoso, dispuesto a “cumplir y hacer cumplir”, parte el Adelantado desde el puerto de Sanlúcar, el 2 de noviembre de 1540, llegando muchas semanas después a las costas del Brasil para iniciar de inmediato la segunda y definitiva etapa de aventuras en esta parte del Continente.


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