Difícilmente se pueda ignorar que en cada retazo de la Conquista en América
existe una señal homérica, en tanto querramos ubicarla como hazaña del Hombre,
empujado por tremendos heroísmos, ambiciones, ensueños, etc. Y en
cada secuencia, él o los protagonistas se destacan en el tiempo en forma clara,
definida, tiñendo los hechos con el color de su nítida individualidad.
Todos los grandes Capitanes que abrieron sendas dejaron su sello. Esto
ocurre también con la figura legendaria del Segundo Adelantado del Río de la
Plata, don Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Nació en Jerez de la Frontera, hijo
de don Francisco Vera y de doña Teresa Cabeza de Vaca, de noble linaje, como
refiere Lafuente Machaín, se educó en casa de su tío el comendador Pedro
Estopiñán, poniéndose luego al servicio de los Reyes Católicos; hizo las
campañas de Italia y en las luchas de las Comunidades de Castilla combatió sin
tregua. Refiere el citado historiador que en el año 1521, gentes de
Don Juan de Figueroa tomaron el Alcázar de Jerez, oportunidad en que Cabeza de
Vaca, en unión de algunos parciales del Duque de Medina Sidonia, retomó ese
bastión y lo entregó a Don Jorge de Portugal.
Quizá templaran a Don Alvar Núñez estas luchas para afrontar la gran
aventura en Indias.
Sabemos que el alejamiento de escena de Don Pedro de Mendoza, creó un
período de incertidumbre, de choques, de gobiernos provisorios, determinando el
Rey de España firmar una Capitulación a 15 de junio de 1540, por la cual
designa a nuestro personaje en calidad de Adelantado, cuando éste ya había
regresado a la Península, ahíto de aventuras, huellas, cicatrices y relatos,
tras el peregrinaje con Pánfilo de Narváez en la Expedición a la Florida, donde
salvó apenas su vida, tras un cautiverio entre los indígenas, episodios que
después relata en sus valiosas Memorias.
“En esta Capitulación –señala Medardo Chávez- especificaba no permitir
letrados ni procuradores, porque las experiencias habían demostrado que esas
profesiones ocasionaban diferencias y pleitos originándose discordias mortales
y odios implacables; repartimiento de tierras a perpetuidad a los que la
hubiesen poseído cinco años cumplidos; facultad para tratar y contratar
libremente con los indios; libertad a los vecinos de las Provincias del Río de
la Plata para volver a España sin necesidad de permiso del Rey”, etc.
etc. Es evidente que esa Capitulación establecía premisas
ejemplares, dignas de la mejor constitución democrática, pero bien sabemos que
en su casi totalidad, en la práctica, era letra muerta.
Con los pliegos reales y el corazón animoso, dispuesto a “cumplir y hacer
cumplir”, parte el Adelantado desde el puerto de Sanlúcar, el 2 de noviembre de
1540, llegando muchas semanas después a las costas del Brasil para iniciar de
inmediato la segunda y definitiva etapa de aventuras en esta parte del
Continente.
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