domingo, 6 de enero de 2013

Historia secreta de la revolución – parte 6



El cerco se cierra

El clima está dado. Un sector de las Fuerzas Armadas, fundamentalmente centralizado en el Ejército, está decidido a tomar el poder para producir un "aggiornamiento nacional", y poner al frente de ese proceso a Juan Carlos Onganía. Pero falta la puntada inicial, el detonante. Y el primer paso se da precisamente un mes antes de la jornada en que, en definitiva, iba a producirse el derrocamiento del gobierno de Arturo Illia. Es el 29 de mayo, Día del Ejército. El acto central se realiza en la plaza San Martín. sorpresivamente se ha decidido que quien hable en representación de la institución sea el comandante en jefe del Ejército y no el secretario de guerra, como es habitual. ¿Fue éste un error de Castro Sánchez-Laprida? quizás en la Secretaría de guerra se cree que la alocución de Pistarini ha de limitarse a meras frases de circunstancias, reseñando las múltiples labores del Ejército. En suma, un discurso de tono similar al que el propio general Castro Sánchez ha preparado para pronunciar radiofónicamente en esa fecha. Por otra parte, la Secretaría de guerra ya había hecho pública, el 1º de abril, una comentada declaración asegurando que los mandos del Ejército tenían una profunda vocación legalista.

Lo cierto es que en el Estado Mayor que rodea a Pistarini se decide utilizar la oportunidad para fijar, en cambio, una posición muy distinta frente al gobierno. se procura marcar ante los mando suna línea divergente con la de la Secretaría de Guerra. En medio de estricta reserva los generales Lanusse y López Aufranc -también fue consultado el general Alsogaray- colaboran en dar forma al discurso que Pistarini va a pronunciar en plaza San Martín. Sólo muy pocos conocen su texto, porque de trascender la Secretaría de Guerra podría disponer el reemplazo del orador. cuando en la mañana del 29 comienza el acto, los funcionarios muestran una aburrida cara de circunstancias. Es muy temprano, y no es esa, evidentemente, una "hora radical". Nadie parece notar, incluso, que un reducido grupo de iniciados se ha colocado a espaldas del general Pistarini para seguir paso a paso las reacciones que sus palabras van a provocar en el palco oficial, ubicado a un costado del orador.

El discurso empieza, sí, con fórmulas rituales, pero imprevistamente el comandante en jefe del Ejército desliza frases tales como: "la libertad es una declamación cuando no está avalada por el ejercicio de la autoridad". Una onda de cuchicheos, gestos y movimientos de ceño atraviesa de pronto el palco oficial. Cuando el discurso termina el palco de autoridades permanece mudo, estático, sin el ruido de un aplauso. Nadie se acerca a saludar al disertante, salvo el sorprendido subsecretario de guerra -general Laprida-, que murmura algo apenas escuchado por cuatro altos jefes que están muy cerca del lugar: -"No esperaba esto de vos". Pistarini no responde y va a ocupar su lugar en el palco oficial, al lado del presidente de la República. Es ahora éste que musita : -"General, después me va a explicar usted esto de falta de autoridad..." Pero la explicación nunca llegó a producirse.

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