lunes, 10 de septiembre de 2012

Moreno, una muerte anunciada – parte 1



El 24 de enero de 1811, Mariano Moreno se embarcó en la goleta inglesa Mistletoe, que lo trasladaría hacia la fragata Fame, también inglesa, contratada por los agentes de Cornelio Saavedra. Allí lo esperan sus dos secretarios: su hermano Manuel y su amigo Tomás Guido. Él cree que va hacia Londres. Unos pocos saben que va hacia la muerte.

A poco de partir, Moreno, que nunca había gozado de buena salud, se sintió enfermo y les comentó a sus acompañantes: "Algo funesto se anuncia en este viaje". Dedicaba las pocas horas en las que se sentía medianamente bien a traducir del inglés El viaje del joven Anacarsis a la Grecia, de Juan Jacobo Barthelemy. Según Anacarsis, un filósofo griego del siglo V antes de Cristo, "los hombres sabios discuten los problemas; los necios los deciden".

Siguiendo con la filosofía griega, es muy significativo el modo como comienza Manuel Moreno el relato de la muerte de su hermano: "El doctor Moreno vio venir su muerte con la serenidad de Sócrates". Vale la pena recordar que en el año 399 antes de Cristo Sócrates fue acusado de despreciar a los dioses del Estado, de introducir nuevas deidades y corromper a la juventud. Cuenta Platón, en su Apología de Sócrates, que la condena a muerte fue dictada por un tribunal muy dividido y por escasa mayoría, pero que cuando en su alegato el gran filósofo ofreció pagar por su vida una cifra miserable porque, según su opinión, eso era lo que valía para el Estado un filósofo, el jurado se sintió ofendido y lo sentenció a beber la cicuta por amplia mayoría. Los amigos de Sócrates, entre los que se contaba su gran discípulo Platón, le propusieron fugarse, pero el maestro prefirió acatar la ley y morir envenenado. Mientras continuaban los padecimientos de Moreno en alta mar, en Buenos Aires el gobierno porteño de Saavedra y Funes firmaba un contrato con el comerciante y agente estadounidense David Curtis De Forest, el 9 de febrero de 1811, es decir, quince días después de la partida del ex secretario de la Junta de Mayo, adjudicándole una misión idéntica a la de Moreno para el equipamiento del incipiente ejército nacional.

En el artículo 5 del documento se establecía que "para poner en ejecución el convenio deberá Mr. Curtis ponerse antes de acuerdo con el enviado de esta Junta a la Corte de Londres, señor doctor Mariano Moreno, cuya aprobación será requisito necesario para que los comprometimientos de Mr. Curtis obtengan los de esta Junta". El artículo sexto determinaba que los pagos por sus servicios deberían ser certificados por el doctor Moreno. Y aquí viene lo mejor: en el artículo 11 de este documento se aclaraba, con una previsión no frecuente en nuestros gobernantes, que "si el señor doctor don Mariano Moreno hubiere fallecido, o por algún accidente imprevisto no se hallare en Inglaterra, deberá entenderse Mr. Curtis con don Aniceto Padilla en los mismos términos que lo habría hecho con el doctor Moreno".

Padilla, que había colaborado en la fuga de Beresford en 1807, fue designado por la Junta en septiembre de 1810 para comprar armas en Londres. Era socio de Curtis y juntos montaron una operación de compra ilegal de armas por medio del traficante francés Charles Dumouriez, que había sido presentado a Padilla por Saavedra, ya que Inglaterra no podía aparecer vendiendo a Buenos Aires armas que serían usadas contra su aliada España. Al embarcarse Moreno, el negocio ya estaba cerrado.

En una carta dirigida a Saavedra, Dumouriez le pide que confíe plenamente en Padilla y que "evite nombrar nuevos agentes que pueden embarazar lejos de beneficiar nuestros negocios aquí" y que recuerde que "en un país donde el dinero es el móvil universal, es necesario que le abráis un crédito discrecional (a Padilla) sobre los banqueros de Londres para que pueda hacer frente ya a compromisos, ya a gastos imprevistos o secretos". Quedaban muy pocas dudas de que Moreno objetaría los términos económicos del acuerdo y las abultadas comisiones de los intermediarios, como lo hizo efectivamente su hermano Manuel al llegar a Londres, a la vez que tildó a Padilla de "bribón, miserable parásito e intrigante".

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