sábado, 22 de septiembre de 2012

Historia del Tango: La época de oro – parte 2

Ya a mediados de la década del 30, se iniciaban importantes orquestas que llegarían a ser la representación más gloriosa de la época de oro del Tango, como es el caso de la agrupación dirigida por Juan D'Arienzo a fines de 1934, Aníbal Troilo en el '37, el sexteto encabezado por el maestro Carlos Di Sarli en el '31, y los que continuaban con su labor iniciada en los años 20, como Francisco Canaro, Julio De Caro, Osvaldo Fresedo, Roberto Firpo, Ricardo Tanturi, Francisco Lomuto, Edgardo Donato, y una larga lista de Orquestas Típicas.

En las radios surgían los ciclos dedicados al Tango, mientras que en los barrios se recibía durante los sábados la visita de alguna de las orquestas de moda que brindarían su actuación en el club principal de la zona.
Por otra parte, la mayoría de los expertos y los amantes del Tango coinciden en asegurar que las mejores grabaciones registradas de este género, tuvieron lugar durante los años 1935 a 1939.

La década del 30 suscitó los cambios, de la mano de poetas tales como Enrique Santos Discépolo, considerado en varias oportunidades como el “gran cronista social del tango”, debido a que sus composiciones demostraban ser un fiel reflejo de la crisis de la época, y convivir en una lírica directa que supo expresar magistralmente las bajezas, desventuras y pesares del hombre.

Podríamos asegurar aquí que uno de los momentos que marcaron el final de una época y el nacimiento del período de oro del Tango fue no sólo su evolución compositiva e interpretativa, sino también la desafortunada y repentina noticia de la muerte de Carlos Gardel en el año 1935.

Sin dudas, aquella fue una noticia que sacudió por completo al mundo tanguero, traspasando las esferas de dicho universo, y llegando a afectar a todos los ciudadanos argentinos, como así también a los millones de seguidores que el Zorzal supo ganarse con su talento y carisma a lo largo y ancho del mundo.

A partir de allí, y debido también a la crisis social y económica que se vivía en el mundo entero para esos años, el Tango parecía perder terreno, cuando en realidad se preparaba para arremeter con todas sus fuerzas en el escenario cultural, logrando alcanzar un esplendor sin límites que le darían la gloria absoluta.

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