viernes, 10 de agosto de 2012

Pepe Sánchez - parte 3



Pepe Sánchez, personaje típicamente “woodiano”, apareció por primera vez en diciembre de 1975, en El Tony Super Color nº 1. Y el gran acierto de estos dos genios fue poner a un “chanta argentino” en el escenario internacional de la Guerra Fría, como “espía” o “agente secreto”. Un poco típico y muy simpático agente secreto que poseía como único crédito una habilidad innata: el éxito logrado en la improvisación.

Hábil e inútil al mismo tiempo, para casi todo, la mayoría de las cosas le salen bien por casualidad. En absurdas aventuras Pepe convive luchando con la insoportable burocracia de su departamento de inteligencia y enfrenta a malvados villanos que son tan incompetentes como lo son él y sus jefes.
En constantes guiños que nos recuerdan las películas de espías de los setenta, de las que son una parodia, o un homenaje, Wood nos sorprende con historias tituladas “Operación retrueno”, “De Rusia con amor… tadela”, “El satánico Doctor Sí”, “Goldedo”, “Operación Tragón”, “Con tacto en Francia”, “Pepe el Sucio”, “El espía que me armó”, “Los diamantes son externos”, y otros no menos desopilantes. Algunos los comparan con el Superagente 86, del que tiene mucho, pero la “argentinidad” que exhala Pepe hasta por los poros lo hace único e irrepetible. En un universo de ficción en el que parecía estar todo dicho, Pepe logra ser él mismo, sin siquiera proponérselo.

En la primera historia, “Operación Retrueno”, asistimos a la transformación de un Pepe que pasa de trabajar en una playa de estacionamiento de automóviles a trabajar con James Pont (parodia de James Bond, que aparece con la cara de Sean Connery, como la tenía en los setenta, claro), a quien inicia en la costumbre de tomar mate amargo y renegar del té de las cinco. Esa primera misión de recuperar diez bombas atómicas lo obliga a hacer algo que odia con toda su alma: abandonar un picado con los muchachos del trabajo y partir a la aventura con su equipo de combate: mate, bombilla, yerba sin palito, cortapluma, pata de conejo y una gomera hecha por su tío Jacinto. En tono chistoso y con una profunda agudeza verbal, Pepe saldrá airoso de la prueba y se ganará en buena ley la admiración de James Pont, sorprendido por la capacidad tan estrafalaria del argentino para enfrentar las difíciles situaciones que se le presentan.

En las aventuras que siguen aparecerán enemigos diferentes a los que Pepe se enfrentará con recursos diferentes, pero siempre primará su “viveza criolla” a la hora de lograr la victoria. Sus triunfos y su creciente popularidad en el mundo de los espías nunca “se le subieron a la cabeza” ni hicieron que dejara de ser “un pibe de barrio”: siempre vivió en la misma zaparrastrosa pensión en la que vivía y siempre siguió junto a su estrafalaria familia: su madre italiana, Chiara Monodónogo de Sánchez; sus hermanos, la Pipa, el Cholo, el Beto, el Rúben, la Chuchi y el Caracú; su inteligente sobrino y compañero de aventuras, Tito; sus infinitos tíos: Don Fulgencio (que cultiva cardos en Paso de los Libres), Don Jacinto (que hace gomeras que cargan bodoques secados al sol), Don Remigio (ex jubilado y actual Capo de la Maffia), Doña Clotilde (la que lo mima todo el tiempo), Don Laureano (peón de la estancia "El Cimarrón" y afamado cuentero), y otros.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario