martes, 21 de agosto de 2012

Bicentenario del Éxodo jujeño - parte 4

Al respecto, continúa abundando Paz, sobre algunos de estos errores de apreciación que cometía el Gral. Belgrano: "De aquí resultaba que se dejaba alucinar con mucha facilidad, y hemos visto oficiales, y aun individuos de tropa, que no eran más que charlatanes, que le merecieron un gran concepto de valientes y arrojados.
Por ejemplo, cuando quería mandar hombres intrépidos que descubriesen al enemigo, bastaba para captarse su estimación, ofrecerse a ir hasta el medio del ejército contrario, sin que después se cuidase mucho de averiguar de si había o no llenado su compromiso, y sin que le trajese mucha responsabilidad la inexactitud de sus noticias. Lo mismo sucedía con un jefe u oficial, que en teoría allanaba las dificultades de una operación, o que se ofrecía a ir a batir una fuerza enemiga, con otra de la mitad de su número. La primera impresión que esta charlatanería había producido en su ánimo era por lo común duradera".


Para concluir este aspecto de la personalidad del Gral. Belgrano, Paz remata así: "tenía también más facilidad de la que era conveniente para expresarse con respecto a un oficial en punto a valor, y principalmente cuando se acercaba el momento de una acción lo hemos visto muchas veces herir la susceptibilidad de un hombre delicado con poco motivo. Si a esto se agrega la falibilidad de sus juicios en razón de lo que acabo de exponer poco antes, se verá el peligro que había de cometer una injusticia".
Como ejemplo de ese relato, Paz recuerda que "En el año 17, cuando yo era teniente coronel, y que de consiguiente podía aproximármele más, recordando la batalla desgraciada de Ayohuma, dijo estas terminantes Palabras: `Perdí esa batalla por cinco jefes cobardes que no correspondieron al concepto que yo tenía de ellos'. No los nombró, pero sé positivamente a quienes aludía. Sin embargo, ellos habían merecido antes sus distinciones y su plena confianza".

Es decir: en ocasiones, el error de apreciación del Gral. Belgrano terminó resultando fatal en el campo de batalla. Tal vez al advertir este defecto es que, después, el ya General José María Paz se volviera tan cauto, desconfiado y distante de todo el mundo, alejado de todo y de todos. Por tal razón, Paz nunca tuvo el carisma o la amplia adhesión entre sus tropas, que supieron tener otros generales más "taquilleros", como lo fueron Juan Galo de Lavalle, Gregorio Aráoz de Lamadrid, o hasta el mismo Manuel Belgrano; jefes ampliamente queridos y respetados por sus soldados.

(*) Abogado, Ingeniero en Sistemas de Información y
Docente Universitario

No hay comentarios.:

Publicar un comentario