miércoles, 6 de junio de 2012

El periodismo en sus inicios

Hacia el año 1780, el virrey Vértiz ordenó el traslado de la primera imprenta -que habiendo sido utilizada por los jesuitas quedó en desuso luego de su expulsión de los dominios hispanos- de la ciudad de Córdoba a Buenos Aires.

La Real Imprenta de Niños Expósitos, nombre que llevó debido a que sus ingresos ayudaban a aumentar las exiguas entradas que hasta entonces se había podido asignar a la Casa de Expósitos, funcionó hasta 1852. El impresor recibió el título de "librero del rey y bibliotecario del colegio de San Carlos", con privilegio exclusivo para imprimir cartillas, catecismos y catones por el término de diez años, debiendo aplicarse sus utilidades a beneficio de la Casa de Expósitos.

Esta imprenta dio a luz periódicos como el Telégrafo Mercantil, Rural Político y Económico e Historiográfico del Río de La Plata, dirigido por Francisco Antonio Cabello y Mesa (1801-1802); el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio de Juan Hipólito Vieytes (1802-1807); la Gazeta de Gobierno del virrey Cisneros (1809-1810); el Correo de Comercio de Manuel Belgrano (1810-1811). Algunos de estos periódicos tenían como objetivo dar a conocer documentos oficiales y transcribir artículos de periódicos españoles; otros comenzaban a criticar al gobierno español, a difundir las ventajas del progreso industrial y a dar a conocer las ideas de la Ilustración. La existencia de una única imprenta hacía lenta y, a veces, imposible la edición de los periódicos con una frecuencia determinada.

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En 1808 se nombró un Juez de Imprenta que tenía la tarea de revisar y censurar las posibles publicaciones teniendo en cuenta que éstas eran un importante medio de difusión de ideas. A pesar de la existencia de censura, los habitantes de la colonia tenían acceso a periódicos internacionales y locales. Las noticias contenidas en ellos fueron fermento del proceso de Mayo de 1810. Esta información llegaba a muchas personas, ya que era leída en voz alta en espacios públicos e incluso, generaba la posibilidad de debate.

A juzgar por las publicaciones, entre 1810 y 1821, se advierte una forma de periodismo incipiente que se inició con la edición de La Gazeta de Buenos Ayres dirigida por Mariano Moreno. Este no fue sólo el primer periódico revolucionario, sino el que tuvo mayor perdurabilidad en el tiempo -se editó desde el 7 de junio de 1810 hasta el 12 de septiembre de 1821, cuando la publicación fue suprimida por el gobierno porteño de Martín Rodríguez-.

Formato de la Gazeta de Buenos Ayres. Desde Moreno, pasando por los sucesivos directores de La Gazeta, los objetivos de la publicación fueron: producir discursivamente motivaciones y convicciones compartidas, buscando la concreción de ellas en la voluntad común; asegurar a los sectores revolucionarios el manejo del poder político y del poder administrativo, promoviendo la creación de leyes que fueran construyendo una legitimidadque reemplazara el antiguo ordenamiento monárquico español.

En las publicaciones porteñas como La Gazeta -llamada a partir de 1812 Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires-; El Censor (1812), de Vicente Pazos Silva; Mártir o libre (1812), de Bernardo Monteagudo; El grito del Sud, de Julián Álvarez; el Redactor de la Asamblea (1813); El Independiente, auspiciado por el Director Supremo Carlos María de Alvear (1815), y el Diario Militar del Ejército Auxiliar del Perú (1817-18) de Tucumán; y la Gaceta Federal (1819), de Santa Fe; las temáticas abordadas giraban en torno de las cuestiones políticas surgidas de la ruptura con el nexo colonial y a las que había que dar pronta respuesta.

Las páginas de los periódicos incluyeron artículos que analizaban y proponían los modos de organización política a seguir -monarquía restringida o república; cuáles serían las calidades para que un habitante fuera considerado ciudadano, es decir, se reconocieran sus derechos políticos; quién era el depositario de la soberanía y si ésta era única o divisible –unitaria o federal-. Estos artículos buscaban generar debates y ganar el apoyo de la opinión pública. Obtener el reconocimiento de la opinión pública fue importante para alcanzar la legitimación del poder político, durante todo el siglo XIX.

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