domingo, 22 de abril de 2012

La tragedia de Luan Lauquen - parte 3


En poco tiempo la inquietud de Mc Clymont lo condujo a la tragedia. Sin tomar en cuenta el consejo de sus amigos, no quiso esperar a que sus dos hijos mayores regresaran de Escocia, donde se hallaban estudiando, y decidió partir solo hacia el oeste para asentar en su nueva propiedad 10.000 cabezas de ganado. Ante rumores que la zona no estaba totalmente libre de indios, Mc Clymont resolvió pedir ayuda militar al presidente Roca pero éste lo rechazó con el argumento de que no estaba dispuesto a dispersar soldados en cada establecimiento de frontera. Resolvió entonces Mc Clymont tomar un grupo de hombres, entre ellos al capataz escocés Alexander Mc Phail, compañero de estancia Andrew y nueve o diez peones, todos ligeramente armados.
Desde la terminal del ferrocarril en 9 de Julio, viajaron hacia el oeste con el ganado y carros de bueyes llenos de provisiones y postes de alambrado. Pasaron a través del más avanzado establecimiento civilizado, hacia el oeste: Trenque Lauquen, y se adentraron en la actual provincia de La Pampa. La mayoría de ellos no regresaría jamás.
Pocos días después, uno de los peones de Mc Clymont regresó a Trenque Lauquen porque se había herido, involuntariamente, con un cuchillo. Contó que los demás estaban bien y trabajando en el oeste conforme lo habían decidido. Pero la noche del 21 de abril, regresaron otros dos peones, Oriza y Urquiza, esta vez con alarmantes noticias.
Informaron al comisario Sustaita que Mc Clymont y su gente habían chocado con un grupo de indios y estaban en peligro. El día anterior, a las 7 de la mañana, Mc Clymont y sus hombres habían llegado a un despoblado a unos 20 kilómetros al oeste de su punto de destino, Luan Lauquen, cuando avistaron una tropilla de caballos y se detuvieron. Observaron que dos indios, casi desnudos, corrían a esconderse en un bosque. Fueron perseguidos por el grupo que estaba conformado por unos cincuenta hombres, la mayoría indios, y entre ellos dos desertores del Ejército.
Se inició entre ellos una violenta lucha; la gente de Mc Clymont estaba armada y a caballo, mientras que sus adversarios estaban de a pie. Los soldados desertores portaban rifles Remington y los indios tenían sólo lanzas, que de a pie no podían utilizar eficientemente. No fue, por lo tanto, una sorpresa que al principio de la lucha resultase favorable a Mc Clymond, hasta que el peón que guardaba los caballos, equivocadamente, los dejó ir al lugar de la pelea. En aquél momento un grupo de unos doce indios tuvo éxito en apoderarse de sus propios caballos.
En vista de ello, Mc Clymont dio orden de abandonar la refriega y ponerse al galope hacia Trenque Lauquen, perseguidos por los indios con sus caballos descansados, mientras que los de Mc Clymont pronto comenzaron a sentir el cansancio. Alexander Mc Phail era un hombre muy pesado y su caballo fue el primero en aplastarse. Por un tiempo Mc Phail pudo correr al lado del caballo de Mc Clymont, sujetándose de la silla, pero pronto se cansó y rogaba que se lo abandonase a su suerte. Ese pedido era para permitir que los demás tuviesen mayor oportunidad de escapar.
Mc Clymont no lo quiso así; ordenó a sus hombres que desmontasen, a excepción de los dos que fueron enviados a Trenque Lauquen en busca de ayuda. Los nueve restantes, pusieron sus caballos en círculo y los mataron para poder ponerse, aunque precariamente, a cubierto detrás de ellos. Los indios cargaban sobre el grupo cuando los dos que salieron en busca de ayuda los vieron por última vez.

Habiendo escuchado estas noticias, el comisario Sustaita reunió a su gente, pero se dio cuenta de que eran muy pocos para intentar un rescate. No había tropa en Trenque Lauquen, sino sólo algunos voluntarios, encabezados por un noble alemán (Carlos Kienast), que decidieron unirse a la gente del comisario Sustaita. Se reunió, entonces, una tropa de 18 hombres, fuertes y bien armados, que de a caballo se dirigieron hacia Luan Lauquen.


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