jueves, 26 de mayo de 2011

Aniversario del nacimiento de Almafuerte – parte 1



El pasado 13 de mayo habría cumplido años el más grande poeta argentino de todos los tiempos: Almafuerte.

Nació en San Justo, un suburbio de clase media-baja del oeste de la ciudad de Buenos Aires, en 1854, y su verdadero nombre era Pedro Bonifacio Palacios.
Su primer dolor, como él mismo afirmó, fue la muerte de su madre, cuando Almafuerte contaba tán sólo cinco años de edad. El segundo, decimos nosotros, fue la actitud de su padre, que abandonó al poeta y a sus hermanitos poco tiempo después. El pequeño Pedro recaló, entonces, en casa de una tía, a cuyos cuidados quedó.

El tercer dolor, aquél que moldearía su personalidad, su carácter y sus ideas, pudo haber sido la pérdida de su bienamada, la cual, según cuentan, lo abandonó para casarse con otro. Algunos biógrafos encuentran en este episodio la raíz del modo hosco y huraño con que Palacios se relacionó con las mujeres durante todo el resto de su vida. Acaso recordando el amor perdido escribiría, en su amado Chacabuco de 1880:

¡Y te haré de mi gloria una diadema,
de mi mente una túnica de grana,
de laureles y aplausos una alfombra,
de mi pecho y mi sangre una muralla
porque yo tengo
virtud en mi alma,
para llenar de admiración los orbes
si una mirada tuya me lo manda!

Pero queda aún un cuarto golpe. En medio de la extrema pobreza en la que creció y vivió, la ilusión de Almafuerte no se orientaba en aquellos tiempos a la poesía, sino a las artes plásticas. Quería ser pintor, y estaba dotado para ello. En vista de su imposibilidad económica de viajar (en aquellos tiempos, como hoy, París era la Meca de los pintores y estudiantes de arte), la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires propuso a Almafuerte como candidato para una beca que le permitiera viajar a Europa y perfeccionarse.
Sin embargo, la Cámara de Senadores se la negó, aduciendo que el joven Pedro "bien podía formarse pictóricamente en el país". La frustración que esta negativa le provocó profundizó su disgusto de la política, su desconfianza hacia los partidos y una fiera visión crítica que volcaría, más tarde, en muchos de sus escritos.

Almafuerte adolescente, pobre y sin recursos, comenzó a trabajar en la misma escuela donde había seguido la enseñanza básica. Fue preceptor, maestro de dibujo y profesor de declamación. La vocación docente ya estaba en su alma, y nunca lo abandonaría.

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