lunes, 25 de abril de 2011

Vicepresidencia de Carlos “Chacho” Álvarez (1999-2000) - parte 2

También llegaron pronto las ausencias del primer mandatario. Durante las mismas, Álvarez desarrolló niveles de actividad sin precedentes como presidente interino. Lo cierto es que esta abundancia de tareas no contrastaba con su ocupación mientras de la Rúa estaba en el ejercicio del poder: hasta tal punto Álvarez cobró protagonismo a través de sus acciones que se llegó a pensar en él como “copresidente”.

Adicionalmente, el vicepresidente aliancista tuvo durante su breve gestión una agenda abarrotada de ceremonias, presentaciones de proyectos, participación en seminarios políticos, viajes diplomáticos y otras actividades que en algunos casos le aportaron visibilidad y buena imagen, y en otros lo situaron en el ojo de la tormenta.
Mientras tanto, Álvarez encaró su presidencia del Senado con las mismas intenciones que sus dos antecesores: eliminar a los “ñoquis”, reducir gastos e impulsar medidas de transparencia para la Cámara.
Sin embargo, desde el principio se vieron las dificultades que, a diferencia de Duhalde y Ruckauf, limitarían su actuación: “En el PJ no creen que Chacho vaya a hacer cambios drásticos. Saben que no puede entrar con la cara pintada si quiere sacar las leyes que le interesan a su gobierno”.
Su comportamiento en el Senado se situó entre la valentía y la temeridad, y le costó, desde el primer día hasta el último, enfrentamientos con todos los sectores del espectro político.
En el Anexo I se da cuenta de una circunstancia que afectó de manera particular a Álvarez y a sus planes para el Senado, y que aquí se adelanta: la Cámara es un espacio en donde el vicepresidente puede actuar con autonomía, siempre y cuando su actividad no dañe a los demás miembros del gobierno o a los senadores.
La voluntad de Álvarez de generar transparencia chocaba con los intereses de ambos sectores (Ejecutivo y Senado), lo cual permite comprender las dificultades que encontró el vicepresidente, en primer término para ejecutar sus planes y en segunda instancia para sostenerse en el gobierno.
En el Senado, sus críticas al funcionamiento de la Cámara le generaron pronto el repudio de la casi totalidad de los senadores –que intentaron incluso retirarle la administración del cuerpo (Villosio, 2000)– y un consecuente aislamiento que permanecería –o incluso se profundizaría– a través de los breves meses que tardó en llegar su renuncia.
En la Casa Rosada, los esfuerzos por amainar el conflicto entre Álvarez y los senadores se fueron desvaneciendo cuando comenzaron a surgir sospechas del involucramiento del propio gobierno (Álvarez excluido) en graves episodios de corrupción en connivencia con miembros de la Cámara alta.

En lo relativo a los medios de comunicación, el mandato vicepresidencial de Álvarez es comparable al de Duhalde: a pesar de su brevedad, las apariciones en la prensa fueron no sólo muy frecuentes sino extensas y protagónicas.
Los medios recogieron con gran detalle su actuación en el Ejecutivo y en el Senado, su actividad cuando los viajes del titular lo situaban en la presidencia interina de la Nación, sus declaraciones en torno a una gran diversidad de temas político-económicos, sus propias columnas de opinión y reflexión e incluso algunos aspectos de su vida personal.

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