jueves, 28 de abril de 2011

La Logia Lautaro.


Poco se conoce a ciencia cierta sobre la constitución y accionar de esta logia. Sus orígenes se talvez remontan a la “Logia Americana”, cuyo Gran Maestre era el autotitulado “Precursor de la Independencia Americana”, Francisco de Miranda, residente en Londres, y en cuyo domicilio funcionaba la logia. En ella fueron iniciados Simón Bolivar, José de San Martín, Alvear, Zapiola, O´Higgins y Carrera (Chile) Montufar y Rocaforte (Ecuador) Nariño (Colombia) y otros.

Llegados desde Londres a Buenos Aires en la “George Canning”, San Martín, Alvear y otros acompañantes, formaron entre mayo y junio de 1812 la Logia Lautaro, entidad secreta a semejanza de las formadas en Londres, con la intención de influir en las decisiones políticas y militares. Poco se sabe de su funcionamiento, salvo la filtración de alguna correspondencia de Rodríguez peña, o las infidencias del ya anciano general Zapiola a Bartolomé Mitre.

La logia funcionaba en domicilios que rotaban según las circunstancia, y constaba de cinco grados. En los primeros se daban los principios de fraternidad y mutua cooperación; en los superiores se develaban las finalidades políticas que debían cumplirse; en el quinto y último, se asumía la obediencia a las logias extranjeras. Por regla de la logia, los “hermanos” no podían tomar resoluciones de trascendencia política o militar, designar jefes militares o eclesiásticos, firmar ascensos, etc, sin la aprobación de los Venerables de último grado, formando así un gobierno en las sombras, y lo que es peor, digitado desde el extranjero.

Era ley interna “ayudarse mutuamente, sostener la logia aun a riesgo de la vida, dar cuenta a los Venerables de todo lo importante, y acatar sumisamente las órdenes impartidas”. La reserva de los más mínimos secretos estaba custodiada por castigos que llegaban a “la pena de muerte por cualquier medio que se pudiera disponer”. De contrariarse la ley, la logia llevaba el desprecio, la persecución y el boicot. La única manera de librase de las obligaciones, era “dormirse”, según el término masón, quedando de esa forma desligado del voto de obediencia, pero no de los de silencio y fraternidad. Talvez ésta haya sido la actitud de San Martín, que recibió el repudio y boicot permanente de hombres como Alvear y Rivadavia. Muchas acciones “inexplicables” durante las luchas de la emancipación, como el desmembramiento del Alto Perú, talvez se “expliquen” en la “leyes” de la Logia.

Según las infidencias de Zapiola, el grupo mayoritario que respondía a Alvear, estaba integrado, por Valentín Gómez, Gervasio Posadas, Juan y Ramón Larrea, Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Nicolás Herrera, Monteagudo, Agrelo, el presbítero Vidal, el padre Argerich, el padre Amenábar, el padre Foseca, Azcuénaga, Monasterio, Tomás Antonio Valle, Dorrego, Pinto, Antonio y Juan Ramón Balcarce, etc. El grupo leal a San Martín, estaba formado entre otros por Zapiola, Agustín Donado, Álvarez Jonte, Toribio Luzuriaga, Vicente López, Manuel Moreno, Ramón Rojas, Ugarteche, Lezica y alguno más.

La actitud de San Martín

Mucho se ha dicho y discutido se San Martín perteneció o no a la masonería. Algunos lo ponen en duda, otros lo niegan rotundamente. La masonería lo toma como uno de sus miembros, talvez para apropiarse de su prestigio, como lo han hecho también con Rosas distintos grupos y asociaciones de los más diversos signos políticos, tendencias y colores. El escritor masón Alcibíades Lappas nombra a San Martín entre sus miembros, (Lappas Alcibíades: “La masonería Argentina a través de sus hombres”.Bs.As.1966) mientras que historiadores de la talla de Jorge Sulé lo niegan (Ver San Martín y la masonería, por Jorge Sulé)

San Martín perteneció a la Logia Lautaro aunque se cuestiona si esta pertenecía o no a la masonería propiamente dicha, y más allá de este contrevertido tema, lo cierto es que San Martín, disgustado y separado de ella, recibió el boicot permanente de hombres como Alvear y Rivadavia, que le guardaron una envidia y rencor permanente, frustrándole la gesta libertadora, llegando a violar su correspondencia y hasta atentar contra su vida.

 
- O´Donnell, Pacho: El grito sagrado.
- Sulé Tonelli, Jorge: San Martín y la masonería.


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