lunes, 14 de marzo de 2011

Batalla de Ensenada de las Pulgas - parte 1



Dr. José Santos Ortiz (1784-1835) – Gobernador de San Luis y luego secretario de Facundo Quiroga.


En 1814 el ejército chileno luchaba en el sur de Chile tratando de destruir las fuerzas realistas comandadas por el general Ossorio. Las fuerzas, a cuyo frente se encontraban los generales Bernardo O’Higgins y José Miguel Carrera, las enfrentaron en las inmediaciones de Rancagua librando una recia batalla en la que O’Higgins a pesar de haber conducido sus tropas con valor, fue derrotado pues su compatriota Carrera permaneció al margen de la acción desempañando el papel de simple e indiferente espectador.

Producido el desastre de Rancagua, los vencidos tomaron el camino que los conducía a Mendoza donde fueron recibidos y auxiliados generosamente por el pueblo y las autoridades que trataron de hacerles más llevadera su desgraciada situación.

O’Higgins y sus amigos, sin pérdida de tiempo se dispusieron a colaborar con San Martín en su empresa libertadora, cuyo primer paso debía ser el de liberar a Chile de la dominación española. En cambio Carrera adoptando actitudes inusitadas y de discordia con sus compatriotas, pretendió hacer valer en nuestro territorio el título que se atribuía de “jefe del gobierno de Chile”, actitud que mereció una enérgica desautorización de San Martín y su inmediato traslado a Buenos Aires.

Hasta ese momento el general Carrera, pese a su carácter díscolo y a sus enconos partidistas a los que no eran ajenos sus hermanos Luis y Juan José y su altiva hermana Javiera, se inspiraba en el más noble de los ideales, cual era el de emprender la arriesgada empresa de reconquistar su patria. Con ese propósito viajó a Estados Unidos empeñándose en conseguir armas, barcos y recursos para invadir Chile.

Pero a su regreso cometió el error de inmiscuirse en las disputas civiles de los argentinos, embanderándose abiertamente en el bando federal al lado de Alvear, Estanislao López y Francisco Ramírez a los que aportó las fuerzas que había organizado teniendo como base una centena de aventureros chilenos, escogidos entre los que lo habían seguido desde los desgraciados campos de Rancagua, y a los que se agregaban los clanes bravíos del orgulloso araucano Yanquetruz.

Su actitud no se limitó a participar activamente en los combates de la primera Cepeda, de la Cañada de la Cruz y de otros lugares en los que se libraron cruentas batallas, sino que se convirtió en un factor más de la anarquía que devoraba al país, deslizándose desesperadamente por el terreno del salvajismo y la barbarie, sin control ni freno de ninguna naturaleza.

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