martes, 25 de enero de 2011

El Crimen Contra José Luis Cabezas - parte 2

La investigación

En la primera etapa de la investigación por el crimen de José Luis Cabezas, las autoridades echaron mano a una vieja tradición policíaca-represiva de mucho uso durante la última dictadura militar que gobernó con sangre la Argentina entre 1976 y 1983. La siniestra estrategia es la de colocar a la víctima como sospechoso. Entonces, ante la imposibilidad de dar respuestas verdaderas, se lanzaron espúreas sombras sobre la imagen de José Luis Cabezas.
Con el tiempo quedaron destruidas con el peso de las evidencias, aunque por momentos sentimos que con esta maniobra se estaba cometiendo el segundo asesinato de nuestro compañero. Por eso, protestamos por cómo se manipulaba la información por parte de las autoridades, pero nuestros reclamos no eran oídos.
Cuando aún no había pasado un mes del asesinato se detuvo a una banda de cinco prostibularios de la ciudad balnearia de Mar del Plata, en cuyo poder se encontró la supuesta arma homicida. El mismo día en que se produjeron las detenciones, el ministro del Interior de la Nación, Carlos Corach, y el secretario general de la Presidencia, Alberto Kohan, viajaron a la ciudad de Dolores, donde se llevaba adelante la investigación judicial.
Allí anunciaron, con bombos y platillos –aunque no se había hecho ninguna pericia –que se había encontrado el arma homicida y que prácticamente el crimen estaba resuelto. A esta banda de prostibularios marplatenses conocida como "los Pepitos", se había llegado a través de un misterioso informante policial (Carlos Redruello). Este finalmente terminó detenido, implicado como participe del
homicidio. La sociedad no creyó esta historia tan apuntalada desde las trincheras oficiales y sintió que estaban tratando de colocar chivos expiatorios para encubrir a los verdaderos asesinos. Todo hace entender que las sospechas tenían razón de ser.

Un mes y medio después detuvieron a un policía de la provincia de Buenos Aires –Gustavo Prellezo –y a cuatro ladrones de poca monta. Fueron denominados popularmente como "los horneros", por ser oriundos de la localidad de Los Hornos. Ellos eran Horacio Braga, Sergio Gustavo González, José Luis Auge y Miguel Retana. Este último se había "quebrado" y confesó a un empresario su participación en el crimen. A través de este intermediario, el dato había llegado a oídos del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde. Según cuenta la historia oficial, Duhalde convenció al joven para que declarara en la causa.

Luego, sus tres socios también confesaron su participación en el asesinato de José Luis Cabezas pero siempre se defendieron diciendo que el policía Prellezo los había contratado para "apretar" (amenazar con violencia) a una persona y no para matarla. Los "horneros" mantuvieron firme en su declaración que fue Prellezo quien disparó contra Cabezas. Sin embargo, por la forma en que se produjeron los impactos, hay sospechas de que uno de ellos –Horacio Braga –también pudo haber actuado como ejecutor.
Prellezo era un oficial inspector de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que había cumplido funciones de subcomisario en Pinamar pero que poco tiempo antes del asesinato había sido trasladado a otro balneario. Sin embargo, mantenía aceitados contactos con la policía local. Poco tiempo después también eran detenidos otros dos policías de la zona –Sergio Cammarata y Anibal Luna –que habrían preparado la "inteligencia" previa al asesinato. Y se fue cerrando el círculo sobre la esposa de Prellezo, la policía Silvia Belawsky, de quien se descubrió que pidió los antecedentes de José Luis Cabezas apenas un mes y medio antes del crimen.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario