lunes, 22 de noviembre de 2010

La Vuelta de Obligado – parte 3


Un turbio negociado

Cuando está por desatarse en el Plata la agresión de las potencias europeas, un periodista independiente, Emilio Girardin, denuncia en el diario “La Presse”, de París, el verdadero sentido de la intervención “El gobierno francés, que hoy da la mano a Inglaterra, ¿Qué diría, que haría si la Inglaterra hubiese intervenido con la autoridad en nuestro bloqueo de Buenos Aires, so pretexto de que ese bloqueo impedía sus relaciones de comercio con el Río de la Plata?. La cuestión de justicia y derecho político no es diferente por ser la República Argentina menos fuerte que la Francia y la Inglaterra. Es preciso, pues, buscar en otros intereses el secreto de la política de Inglaterra.
Hemos sostenido que nuestros compatriotas, tomando las armas en Montevideo, servían para cubrir el agiotaje tenebroso que con la ayuda del comodoro Purvis hacía una casa inglesa de Montevideo, la casa de Lafone, dueña de los bienes públicos de ese estado y de las islas adyacentes. ¿No predijimos que la Inglaterra validaría por medio de una intervención esas adquisiciones y se colocaría en lugar de sus connacionales propietarios?... Desde 1808 la Inglaterra se figuró a Montevideo como otro Cabo de Buena Esperanza con respecto al Pacífico. Ya había ocupado esa ciudad pero se vio obligada a evacuarla; y para quien conoce su persistencia y tenacidad, es corriente que su intervención actual en esos parajes oculta sus miras ambiciosas”.

El general Tomás Guido, a la sazón embajador de la Confederación Argentina ante el imperio del Brasil, le escribe a San Martín informándole que la vedadera causa de la intervención anglo-francesa estaba radicada en un mero problema de intereses, los pingües negocios que realizaba la casa Lafone y Cía., de Inglaterra, dueña de la Aduana de Montevideo.


Volver las cosas a la normalidad, dando por terminada la intervención extranjera en el Plata, constituiría una especie de lucro cesante, que el comodoro Purvis y otros dignos guerreros no estaban muy dispuestos a concretar.

El jefe del gobierno inglés, lord Aberdeen, instruye a su enviado especial, Williams Gore Ouseley, como ha de desenvolverse la mediación: “La cesación del bloqueo se obtendrá de inmediato y sin dificultad (refiriéndose al bloqueo argentino del puerto de Montevideo), como que nada más fácil para las escuadras combinadas que apresar la argentina”.

El robo de la escuadra

El 26 de julio de 1845, cuando el almirante Brown, comandante de la fuerza naval argentina que bloqueaba a Montevideo, en cumplimiento de órdenes superiores, se disponía a regresar a Buenos Aires, tiene lugar un hecho ultrajante que es conocido en nuestra historia como “el robo de la escuadra”.
Las corbetas “Comus” y “Sattellite”, de la estación naval francesa, detienen a cañonazos a la “9 de Julio”, “San Martín” y “25 de Mayo”, mientras que la “D’Assas” hace lo propio con la “Maipú” y la “Echagüe”.
El anciano almirante envía entonces al general Rosas estas palabras llenas de amargura: “Tal agravio demandaba el sacrificio de la vida con honor y solo la subordinación a las supremas órdenes de V.E., para evitar la aglomeración de incidentes que complicasen las circunstancias, pudo resolver al que firma a arriar un pabellón que durante treinta y tres años de continuos triunfos ha sostenido con toda dignidad en las aguas del Plata”.

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