martes, 25 de mayo de 2010

Los días previos


A principio de 1810 se produce en España un nuevo paso hacia el eclipse de la revolución nacional-democrática: la Junta Central se disuelve y surge en su reemplazo el Consejo de Regencia. Este acontecimiento pone en evidencia la debilidad de las fuerzas revolucionarias españolas, ya no sólo frente al invasor francés que domina casi todo el territorio hispánico, sino también en el interior del frente nacional donde prevalecen sectores moderados y de derecha expresados en el nuevo organismo gubernativo.

Estos sucesos constituyen el detonante que lanza a los americanos a la revolución. El espíritu de la España de las Juntas ha inundado estos territorios y ahora ya no basta mantenerse expectantes respecto a los cambios que se produzcan en la península, sino que es necesario enarbolar alto las banderas puesto que un doble peligro acecha: la imposición de un poder francés y la restauración del absolutismo español.


El consejo de Regencia, más que la presencia de la revolución, constituye ya una muestra de su probable derrota. Y esto conduce, en América, a organizarse en Juntas, como lo ha propuesto la Junta Central ahora disuelta: constituir un poder popular capaz de hacer frente a la dominación francesa y al absolutismo que amenaza con renacer aunque manteniendo el vínculo con los revolucionarios españoles a través de la subordinación del rey cautivo.

Alrededor del día 20 de mayo, las noticias llegadas de España (disolución de la Junta Central y constitución del Consejo de Regencia) precipitan los acontecimientos. El viejo mundo declina y ya carece de autoridad para sostenerse.

El frente nacional avanza exigiendo la convocatoria a un Cabildo Abierto para proceder a defenestrar al virrey y nombrar un nuevo gobierno que sea expresión de la voluntad popular. Ese día, ante la presión social que se percibe cada vez con mayor intensidad, el alcalde de primer voto, Léxica, y el síndico Leiva le informan al virrey que existe un creciente malestar y le solicitan la reunión de un Cabildo Abierto, es decir, con la concurrencia amplia de vecinos.

El 21 de mayo, cuando el Cabildo está reunido en sesión ordinaria, la presión popular se acentúa: “apenas comenzada la sesión, un grupo compacto y organizado de seiscientas personas, en su mayoría jóvenes que se habían concentrado desde muy temprano en el sector de la Plaza lindero al Cabildo, acaudillados y dirigidos por French y Berutti, comienzan a proferir incendios contra el virrey y reclaman la inmediata reunión de un Cabildo Abierto. Van todos bien armados de puñales y pistolas, porque es gente decidida y dispuesta a todo riesgo. Actúan bajo el lema de Legión Infernal que se propala a los cuatro vientos y no hay quien se atreva con ellos”. Esta plebe enardecida simboliza sus aspiraciones revolucionarias luciendo como emblema en el sintillo del sombrero el retrato de Fernando VII (nota: ¿y las escarapelas?), de pequeño tamaño, grabado sobre papel, y en el mismo sombrero o en el ojal de la casaca una cinta blanca en señal de unión entre americanos y españoles.
Es el distintivo que imponen French y Berutti como representativo de la causa y lo distribuyen a todos los que transitan por allí. Domingo French era un hombre que comenzó a ganarse la vida como asalariado del Convento de la Merced y en 1802 consiguió en la Administración de Correos, el puesto estable de “cartero único”, empleo que le reportaba un estipendio de medio real y lo msmo por cada pliego o carta entregada a su destinatario en mano. Se incorporó a la milicia y fue teniente, luego sargento mayor, y después de las invasiones inglesas quedó como cabecilla de prestigio entre los milicianos criollos. Antonio Luis Berutti, era un empleado público que desde hacía diez años ocupaba un puesto como oficial de segunda en las Cajas de Tesorería de Buenos Aires. Ambos, French y Berutti, son los agitadores que nuclean y dirigen a los activistas, “esos chisperos de los arrabales”.

http://www.rodolfowalsh.org

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