martes, 27 de abril de 2010

Los discursos del origen - parte 1




El segundo centenario de la Revolución de Mayo es una oportunidad para recordar el rol decisivo que tuvieron los libros en los años fundacionales del país y destacar los nuevos discursos que interpelan el pasado con enfoques críticos.


Mariano Moreno fue el primer traductor rioplatense del Contrato social de Rousseau, mientras que la primera Biblioteca Pública fue creada en la temprana Buenos Aires por disposición de la Primera Junta. Manuel Belgrano, entre otros, donó sus propios libros para dotarla de contenido. Sarmiento, nacido nueve meses después de la Revolución, avanzó en su formación autodidacta gracias a una cadena de libros. "Como unos libros me hacían conocer la existencia de otros yo buscaba en San Juan todos los que llegaba a conocer por sus nombres", escribe en Mi defensa.
Y fue con la sola ayuda de los libros que aprendió el francés en el que escribió la famosa frase de Diderot al partir al exilio, un gesto irónico para marcar el abismo que veía entre civilización y barbarie.
Menos arduo, el encuentro de Esteban Echeverría con los libros que definirían su filiación romántica se produjo durante el viaje intelectual a Francia, rito que caracterizaría por mucho tiempo a las elites criollas.
En esos viajes y esos libros descubiertos cifraba su generación la verdadera independencia cultural de España y de la tradición colonial. Obtenidos de maneras más o menos trabajosas, al menos desde nuestra mirada actual, los protagonistas de la historia temprana del país hicieron un uso político de los libros que leían, a la vez que convirtieron sus escritos en punzantes armas de combate, al calor de la violencia de esos años turbulentos.

Recordar el rol decisivo que tuvieron los libros en la etapa fundacional de la Argentina ayuda a poner en perspectiva esta Feria del Libro, dedicada a rememorar el Bicentenario.
La consigna de "festejar con libros" invita a preguntarse nuevamente por los orígenes de una literatura argentina que quiso leerse como "la historia de la voluntad nacional", según David Viñas, una literatura que se fundó como tal, precisamente, a partir del primer Centenario, con la creación de la cátedra que dirigió Ricardo Rojas en la Universidad de Buenos Aires.
O a recordar lecturas críticas como la de Ricardo Piglia, que atribuye un "doble origen" a nuestra narrativa: El matadero de Echeverría y el Facundo de Sarmiento, dos formas de relatar la violencia política que dividió al país desde entonces.

Pero es también la oportunidad de dar cuenta de los nuevos discursos que, en estos últimos años, han recortado otros objetos o definido formas de interpelar el pasado que despliegan preguntas nuevas sobre el presente. No sólo la historia sino también la semiótica, la ciencia política, el análisis del discurso, la musicología y la historia de las ciencias encuentran nuevos sentidos en los hechos históricos, en los discursos que se construyeron a partir de ellos y en símbolos que parecían congelados por el bronce o la tradición escolar. Al producir el cruce entre estos enfoques, Ñ propone una forma de rememorar los momentos fundacionales de la Argentina mucho más reflexiva que celebratoria, orientada a cuestionar ciertas lecturas planas de nuestro pasado y a destacar las formas actuales de pensarnos, en sintonía con el presente intelectual.

Por: Alejandra R. Ballester
http://www.revistaenie.clarin.com

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