martes, 20 de abril de 2010

Discurso de Julio A. Roca - parte 2

DISCURSO ANTE EL CONGRESO AL ASUMIR LA PRESIDENCIA - 12 de Octubre de 1880

Consagraré a las reformas que son reclamadas en este ramo mis mayores esfuerzos,para evitar los peligros del militarismo, que es la supresión de la libertad, en un porvenirmás o menos lejano, y para hacer del ejército una verdadera institución, según la Constitución lo entiende y el progreso moderno lo exige.
De esta manera, ajeno almovimiento de los partidos y enaltecido como ya lo está ante la opinión de la República, podrá en el caso desgraciado en que los derechos de la patria estuviesen en peligro, desarrollar una fuerza incontrastable.

Esta tarea tendrá además un objeto económico, por la supresión de gastos inútiles quepesan sobre el erario a causa de la imposibilidad en que han estado los gobiernosanteriores de fundar una administración civil y militar perfecta en los servicios que alejército se refieran.

En cuánto a las vías de comunicación, representan para mí una necesidad imperiosa eineludible, cuya satisfacción no puede retardarse sin menoscabo de bienestar común. Esindispensable que los ferrocarriles alcancen en el menor tiempo posible sus cabecerasnaturales por el norte, por el oeste y por el este, con sus ramales adyacentes,complementando el sistema de vialidad y vinculando por sus intereses materiales a todas las provincias entre sí.

El que haya seguido con atención la marcha de este país, ha podido notar, comovosotros los sabéis, la profunda revolución económica, social y política que el camino de hierro y el telégrafo operan a medida que penetran en el interior. Con estos agentespoderosos de la civilización se ha afianzado la unidad nacional, se ha vencido yexterminado el espíritu de montonera y se ha hecho posible la solución de problemas que parecían irresolubles, por lo menos al presente.

Provincias ricas y feraces sólo esperan la llegada del ferrocarril para centruplicar susfuerzas productoras con la facilidad que les ofrezca de traer a los mercados y puertos dellitoral, sus variados y óptimos frutos, que comprenden todos los reinos de la naturaleza.Por mi parte, conceptuaré como la mayor gloria de mi gobierno, si dentro de tres años,a contar desde este día, conseguimos saludar con el silbato de la locomotora los pueblosde San Juan y de Mendoza, la región de la vid y del oliva; Salta y Jujuy, la región delcafé, del azúcar y demás productos tropicales, dejando además de par en par abiertas laspuertas al comercio de Bolivia, que nos traerá los metales de sus ricas e inagotablesminas.

Discurso extraído de: Halperín Donghi, Tulio. Proyecto y construcción de una nación (1846 – 1880), Buenos Aires, Editorial Ariel, 1995. (pps. 591 – 595)


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