sábado, 26 de diciembre de 2009

Los Terceros - parte 1


Eran arroyos provenientes de áreas planas, entallados en su curso medio, meandrosos y sujetos a la influencia del Río de la Plata en su tramo final; poseían escaso caudal y desaguaban el núcleo histórico de la ciudad. Llamados Primero, Segundo (o del Medio) y Tercero (de sur a norte) por ser el último de mayor envergadura, con el tiempo todos recibieron el nombre de Terceros (véase mapa 2 y siguientes).

Durante los primeros tiempos, la población quedó prácticamente encerrada entre el Tercero del Medio, el Zanjón de Matorras y el Tercero del Sur, cuya incidencia negativa no repercutiría sobre el ejido urbano en su primer siglo de vida, pero que frenaría su expansión durante mucho tiempo.

Con relación al origen del nombre de "terceros", algunos historiadores lo atribuyen a que en aquella época a los funcionarios encargados de recolectar el diezmo (impuesto eclesiástico) se los denominaba de ese mismo modo; estos "terceros" también recolectaban, además del agua, cuanto a ellos se arrojaba.()

Estos arroyos permanentes fueron un obstáculo para la ocupación de las zonas por las que atravesaban. En efecto, aun dentro de "el alto", la población se consolidó en el estrecho espacio que quedaba entre el Tercero del Medio y el del Sud. Los Terceros que recibían las aguas de los desagües naturales, cuando el otoño era lluvioso, o cuando había grandes crecientes, se incrementaban en la misma proporción, llegando a tener una poderosa corriente. La fuerza de sus aguas producía avalanchas que arrastraban lo que se interponía en su paso, socavaban muros y ahondaban las calles hasta formar lagunas y pantanos imposibles de atravesar.

Los zanjones llevaban muchas veces la zozobra a la población metropolitana. En 1757 se produjeron lluvias excepcionales que no cesaron en 35 días. El vecindario quedó casi sitiado y careció de alimentos frescos por su absoluta incomunicación con la campaña.() El gobernador don Pedro de Ceballos, en vista de la continua presencia de pantanos y malos pasos, encargó la nivelación de las calles, tomando a la plaza mayor como punto de referencia. La nivelación fue resistida por los habitantes, que temían que sus casas quedaran enterradas o con sus cimientos al aire. En 1762 se dispuso la distribución de las aguas pluviales en la parte céntrica, estableciéndose que desde la plaza Mayor hasta el Retiro fuera de sur a norte y lo contrario desde aquélla hasta el Hospital.

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