miércoles, 11 de noviembre de 2009

Juicio y condena de Marco Avellaneda


Marco Avellaneda (1813-1841)

Se encontraba el Ejército Federal en Metán, adonde se había dirigido después de Famaillá, cuando le tocó al coronel Maza presidir el Consejo de Guerra que condenó a Marco Avellaneda a la última pena, luego de ser detenido y entregado traicioneramente por el capitán Gregorio Sandoval, de la escolta de Lavalle, que así se pasaba al enemigo. Mucho se ha atacado al coronel Maza por la sentencia, considerando el hecho aisladamente y omitiendo casi siempre la situación de excepción que atravesaba el país.

La Confederación Argentina acababa de tener una guerra con el mariscal Santa Cruz (Bolivia), que tenía ambiciones expansionistas sobre el Norte Argentino, en la que éste había tenido apoyo de los unitarios.
Lavalle actuaba en combinación y con el apoyo de Francia, que en 1838 había tomado por la fuerza la isla de Martín García, luego de una heroica defensa realizada por la pequeña guarnición comandada por el bravo Jerónimo Costa, entonces teniente coronel, y posteriormente bloqueaba a Buenos Aires.

La coalición de la liga del Norte se pronunció en apoyo de Lavalle, contando también con el auspicio de Francia. ¿Es exagerado suponer que todo esto debía ser considerado traición a la Patria? Y a ello le agregamos la reacción producida por el asesinato del gobernador legal de Tucumán, general Alejandro Heredia, prestigioso guerrero de la Independencia y Comandante en Jefe del Ejército Argentino, contra el mariscal Santa Cruz, hombre culto y generoso que creía en la fusión de los partidos. Si consideramos que Heredia había terminado asesinado por los mismos unitarios, a quienes protegía en contra de la opinión de Rosas, que lo había advertido, puede inferirse que la suerte de Avellaneda, directamente vinculado al asesinato, estaba echada en el mismo momento de su detención.

Sin duda la circunstancia de que el condenado dejara un hijo que andando el tiempo llegaría a ser Presidente de la Nación Argentina, Nicolás Avellaneda, daría relevancia al hecho, entre tantos ocurridos durante esa misma época por ambos bandos. Sólo como ejemplo recordemos que Lavalle ordenó ese mismo año los fusilamientos sin juicio previo del coronel guerrero de la Independencia y del Brasil, Mariano Fortunato Boedo y de Manuel Pereda, del general Fernando Villafañe y de los coroneles Franco y Guerrero, entre otros, vieja costumbre que le venía de los tiempos de Dorrego y que, de paso, es un rotundo desmentido a ciertos historiógrafos que sostienen su arrepentimiento del crimen de Navarro.

Que Lamadrid ordenó ese mismo año de 1841 el fusilamiento, entre otros, del coronel José Loreto Cabrera, ex oficial de Belgrano y de Güemes, glorioso mutilado de la batalla de Salta.

Que en Santiago del Estero había sido asesinado el coronel Francisco Ibarra, hermano del Gobernador.

Vicente D. Sierra, en el tomo IX de su monumental Historia de la Argentina, dice al respecto de Avellaneda: “La ley de represalias de la época que el propio Avellaneda había proclamado lo hizo una de sus víctimas”. Y agrega: “Marco Avellaneda fue idealizado posteriormente con el título de mártir de Metán”, llegándose hasta una deshumanización de su figura para convertirlo en un fogoso revolucionario que perece por la causa de su libertad. Veamos la verdad. El fusilamiento de Avellaneda reposó sobre los siguientes fundamentos legales:

1º) Connivencia venal con el enemigo invasor, en guerra exterior declarada legalmente;
2º) Instigación y coparticipación criminal en el asesinato de la más alta autoridad de la provincia;
3º) Exacciones y confiscaciones.

Es posible que en la pequeña perspectiva familiar provinciana se haya creído que había en él una gran promesa para la Patria. Visto desde una mayor distancia, no aparecen tales dotes. Se advierte que era un resentido, con desmedidas ambiciones políticas, lo que le hizo pensar en la incomprensión de sus compatriotas sin derecho a ello, pues durante la administración del general Heredia, a quien aduló, ocupó altos cargos. Era ateo o presumía de tal; la muerte de su amigo le arrancó palabras como éstas: “El infierno me trague si Dios no es negro mozambique o federal….”.

No fue leal. El 19 de noviembre de 1838 escribía a Mauro Carranza para que interpusiera su influencia ante Ibarra y le decía: “En las presentes circunstancias él es el protector nato y la única esperanza de Tucumán”. ¡Ibarra la única esperanza de Tucumán, según Avellaneda! Pero Ibarra no quería saber nada con él, y así se lo comunicó al propio gobernador Piedrabuena, lo que trastornó a Avellaneda, quien escribió a Pío Tedín: “Pero aquí no se ha trabajado sólo para extinguir el espíritu público; se ha trabajado también para que Ibarra nos domine: Soy el único que se ha empeñado en frustrar estas criminales tentativas, sin haber recogido otro fruto que el atraerme la enemistad de Ibarra”. Y agregaba: “¿No es Ibarra uno de esos hombres funestos?.. ¿No es un cacique que ha hecho de su Patria un pueblo salvaje, sin leyes y sin instituciones? ¿No es un hombre inmoral, sin fe, sin honor, sin patriotismo?”.

Alberdi le escribió que las únicas cabezas que había en Tucumán capaces de concebir una idea eran el padre Pérez y Zavalía. Meses después, Zavalía fue acusado de traidor y trató de descargar sobre él las consecuencias de un robo en el que ninguno de los dos quedó limpio.

Avellaneda contaba con el dinero de los franceses, y así se lo dijo a Manuel Solá en una carta en que se lee: “Esto es indudable primo. Por lo demás, si el gobierno de Bolivia o el Cónsul de Francia nos mandan alguna plata, podremos salir de nuestras trampas…”.

Finalmente, su complicidad fue notoria en el asesinato del general Heredia. A pesar de que, cuando este ilustre militar se hizo cargo del gobierno de la provincia, Avellaneda hizo su elogio en los siguientes términos: “La flor de vuestros años se marchitó con el valor de las batallas y, llegado a una edad más provecta, cuando debiérais buscar el descanso en el seno de vuestros deudos y de vuestros amigos, os entregáis con nuevo ardor al servicio de esa Patria que tan querida os fue siempre, y que tanto os debe. Así le consagráis vuestra vida toda entera; servíos de ella, señor, para conquistaros otra popularidad más honrosa, y la única verdadera: la popularidad que da la historia”.

El medio de que se había valido Avellaneda para conseguir recursos había sido el terror, llegando a firmar con Lamadrid un decreto donde se condenaba con la pena de muerte a quienes se negaran a recibir papel moneda emitido por un “Banco Hipotecario” creado por ellos al efecto, y con la confiscación de sus bienes a quienes cerrasen sus casas de comercio para no vender.

Avellaneda, alma y nervio de la coalición del Norte, fue ejecutado el 3 de octubre de 1841.

Baldrich, Fernando Amadeo de – El coronel Mariano Maza.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Todo es Historia – Nº 79 – Buenos Aires, Diciembre de 1973.
www.revisionistas.com.ar

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