miércoles, 7 de octubre de 2009

El Humanismo en Scalabrini Ortiz

Por Horacio Poggi (*)

En este fin de siglo antihumano adquieren preeminencia los valores humanistas. El paradigma neoliberal se ha convertido en el dios de la plutocracia global que aniquila al hombre, vaciándolo de espiritualidad y de su excelencia sagrada: la dignidad.
Los peronistas -como tantas otras expresiones del campo nacional y popular- hundimos nuestras raíces en el humanismo cristiano. Y volvemos a la carga con las banderas que algunos compañeros enterraron por considerarlas antiguas, otros por conveniencia y no faltan los que lo hicieron a conciencia. Allá ellos.

El daño que el neoliberalismo les está causando a las futuras generaciones es inconmensurable. Una niñez que crece en medio de un modelo de la demolición social, poco puede ofrecerles mañana a sus semejantes. Pero salir de la trampa neoliberal no es una competencia de críticas acérrimas, de pases de facturas, de culpabilidades a granel. Es aceptar el padre de los desafíos que apunta al corazón de la Política.

Mientras la recesión aumenta a la par del descontento, de parte del mercado se observa un intento suicida por esmerilar a la Política. Sin embargo, algunos políticos nativos entran mansamente en el juego de las perversidades inconducentes. Para muestra basta un botón: Chacho Alvarez, el frustrado descubridor de ñoquis en el Senado, a la sazón Vicepresidente, acaudilla el lote "progresista" de los que creen que la recuperación de la Política proviene del desguace del Parlamento. Un acto de insanía que pone en riesgo el funcionamiento normal de los mecanismos institucionales y que profundiza la crisis de representación.

De un panorama con las características descriptas, podemos colegir que la pérdida de esperanza de la ciudadanía es proporcional a la denigración social. Los marketineros recuerdan que Bill Clinton llegó a la Presidencia de los Estados Unidos batiendo el parche de la economía. "Es la economía, idiota", dicen que decía el demócrata de Arkansas. Un conductor nacional debería proponer: "es el Hombre, Argentina". El hombre íntegro, espíritu y materia, criatura humana maravillosa, creación perfecta de Dios que está siendo destruido por la codicia de los poderosos.

El hombre libre de la explotación económica o estatal. El hombre libre de la televisión basura y de la danza macabra de los lobos del mercado. El hombre libre de toda esclavitud física y moral. De toda mentira impune disfrazada de justicia y de toda demagogia charlatana disfrazada de democracia. El Hombre vertical, de pie, esperanzado, es libertad responsable.

Por eso no es aventurado arriesgar que hace falta otro 25 de mayo en la cultura de los argentinos. Que se oiga un grito preciso, audaz y potente que rompa las cadenas del colonialismo pedagógico. Los nuevos métodos de idiotización y manipulación, tan bien analizados por Giovanni Sartori en Homo Videns, nos están aniquilando. Con silenciador. Nos quieren encerrar en una suerte de Babel para que terminemos famélicos, ignorantes y enfrentados en una guerra sin retorno.

"Faltan ejemplos", exigen los monjes laicos de la prédica disolvente. Inquisidores berretas: a los argentinos nos sobran los ejemplos en cualquier ámbito del quehacer nacional. Un país que en un siglo tuvo a Yrigoyen, Evita y Perón es un país cuyas fuentes originales se fundan en la creatividad inmanente del pueblo y en la vocación revolucionaria de sus líderes. No somos cualquier país aunque pretendan hacernos creer que perdimos el tren de nuestra propia historia, y nos inducen a subir de prepo en el tren de la historia ajena.

Tampoco hemos sido ni podemos ser un país de copiones. La Gran Argentina fue hecha por los que respetaron a la Patria ancestral. Los copiones exterminaron a los que no aparecían en los libros que entraban por el Puerto. Fue la suerte que corrió el gauchaje según la ideología sarmientina: "el título de propiedad debe sustituir a la simple ocupación". Y a degüello. A abonar la tierra con la sangre hispanocriolla.

Los que piden ejemplos, suelen mirar sin ver lo que sucede en su alrededor. Apenas un puñado de patriotas acompañó la tarea del compañero Alejandro Olmos, quien llevó a los Tribunales la investigación de la deuda externa. Único caso en el mundo. Olmos murió en abril y ahora la sentencia del juez Ballesteros arroja un poco de luz cuando los egoístas de las tinieblas quieren ocultar el final del camino que nos lleva a la justicia distributiva y al equilibrio de bienestar.

No fue en vano la entrega militante de Olmos, que siguió la huella abierta por otros patriotas nacionales y populares en épocas de crisis. En realidad, nunca resultan estériles los esfuerzos patrióticos. Raúl Scalabrini Ortiz, en la Década Infame, auscultó en los recovecos del entramado económico-financiero del imperialismo británico y nos abrió los ojos en numerosas cuestiones atinentes a la entrega del patrimonio nacional. Enrolado en los sectores nacionalistas del radicalismo yrigoyenista (nunca quiso afiliarse a FORJA), Scalabrini ingresó por la puerta de honor del peronismo y prestó su aporte intelectual inigualable hasta su muerte ocurrida en 1959.

Durante la campaña electoral del 24 de febrero de 1946, Scalabrini hizo proselitismo con un discurso eminentemente humanista, a través de la difusión de "cinco principios de cooperación interna," que luego también ofreció a los compañeros y al pueblo en la elección de constituyentes de 1949. Dado la vigencia de esos cinco principios, conviene repasarlos ya que enriquecen la mística militante de nosotros, los peronistas:

Primero: Principio del hombre colectivo, porque la voluntad del número, que es como el apellido de la colectividad, debe tener primacía sobre lo individual. Ni la riqueza ni el ingenio ni la sabiduría tienen derecho a acallar o burlar la grande voz de la necesidad de cada conjunto colectivo, que es la voz que más se aproxima a la voluntad de destino.

Segundo: Principio de la comprensión del hombre, para que esta unidad compleja esté siempre presente con sus necesidades biológicas, morales, intelectuales y espirituales y no se sacrifique jamás la realidad humana a una norma abstracta o un esquema desprovisto de vida.

Tercero: Principio de protección al más débil, para que se elimine la ley de la selva y se establezca una verdadera posibilidad de igualdad. Todo lo que no se legisla, se legisla implícitamente a favor del fuerte. La igualdad teórica es una desigualdad práctica a favor del poderoso.

Cuarto: Principio de la comunidad de la riqueza natural, porque la propiedad es una delegación de la fuerza de la organización colectiva que la hizo posible y la mantiene.

Quinto: Principio de la utilidad colectiva del provecho, para que nadie tenga derecho a obtener beneficios de actividades perjudiciales o inútiles para la sociedad y por tanto toda ganancia o lucro del ingenio ajeno o de la retención infructuosa de un bien, debe ser considerados nulos e ilícitos en la parte que no provienen del trabajo o del ingenio propio.


No lo dejaremos ahí.

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