jueves, 15 de octubre de 2009

Arroyo Maldonado - parte 3

La crisis de 1890 hizo imposible este y otros negocios y ninguna de las dos empresas pudo concretar las concesiones obtenidas.

El concejal Remigio Iriondo proponía la aprobación de una Ordenanza autorizando a la Municipalidad para convertir el arroyo Maldonado desde su desembocadura en Palermo hasta el límite de la capital, en un canal navegable que llegando hasta los Nuevos Mataderos de Liniers empalmase allí con el Riachuelo en el Puente Alsina. Su profundidad media no sería inferior a los 2 metros y estaría flanqueado por una zona ribereña “de por lo menos 35 metros de extensión” para lo cual debían expropiarse los terrenos linderos.

En esta ribera se abrirían dos calles laterales de diez metros de ancho en toda la extensión del canal, plantándose árboles suministrados por la Dirección de Paseos. El canal podía utilizarse para diversos fines, especialmente de transporte comercial y su tránsito sería gratuito para los diversos organismos oficiales. Se cuidaría también su higiene mediante la prohibición de volcar “aguas servidas, materias fecales y cualquier otro residuo que altere las condiciones higiénicas de las aguas.”

Prosigue Hugo Corradi: “en el año 1902 comenzaron las autoridades a preocuparse por los desbordes del arroyo, proyectándose su rectificación. Se sucedieron, así, desde entonces, constantes trabajos de saneamiento, limpieza y adecentamiento de sus orillas por parte de laboriosas cuadrillas municipales, que, asimismo, lo rectificaron hasta la zona de Villa Crespo. Así, de la avenida Santa Fe hacia el Oeste, se formó – a los dos lados- la calle Arana, luego denominada Almeyra, y hoy transformada, por el entubamiento, en Av. Juan B. Justo, hasta el cruce con la calle Niceto Vega. Allí el cauce daba un amplio recodo, que fue cegado y que llegaba casi hasta la Av. San Martín.

“Desde este punto hacia el Oeste, el arroyo continuó sin modificaciones hasta 1910, en que las autoridades del ferrocarril Oeste ampliaron sus talleres de Liniers, desviando su antiguo lecho más hacia el Norte y colaboraron con las autoridades municipales en la rectificación y limpieza de toda su cuenca, hasta el límite del municipio.

“Asimismo, desde la época el Centenario, se intensificó la construcción de “pasarelas” con destino a transeúntes, necesarias a fin de unir los barrios que se formaban. Al respecto es de recordar la escasez de puentes habida hasta entonces en nuestros arroyos y ríos. El plano de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores del ingeniero Saint-Yves, obra minuciosa en este tema, confeccionado en el año 1887, registra cuatro puentes sólo en el partido de San José de Flores, sobre el arroyo Maldonado.

“A pesar de las rectificaciones y continuos arreglos, el arroyo siguió siendo, por mucho tiempo, un permanente peligro para los vecinos, y con el advenimiento de nuevos núcleos de ciudadanos a sus alrededores, se fue transformando, además, en enfoco de pestes. Las aguas servidas basuras y todo tipo de desperdicios obligó a encarar su definitivo entubamiento.

“A mediados de año 1923 comenzaron los trabajos a tal efecto en la zona de Palermo, y dos años después se llegó a la calle Paysandú, en Caballito. Los registros municipales consignan que el entubado llegaba, en 1935, al barrio de Flores, y se formaba, en su lugar, la nueva avenida Juan B. Justo.

“La tarea de entubar entró luego en un período de semiparalización, manteniéndose –el tramo entre Flores y Liniers- muchos años demorado. Ello dio lugar al mantenimiento de numerosas quintas de verduras a sus lados, hasta la década del 40. Asimismo, los barrios que quedaron hasta entonces “del otro lado del Maldonado” progresaron muy lentamente, pues cada crecida destruía puentes e incomunicaba durante días al vecindario.

“En 1937 se reiniciaron las obras, demoliéndose el puente de la avenida Segurola, pero los desbordes continuaron en Liniers y Villa Luro hasta 1942, en que se construyó el llamado “canal aliviador del Maldonado”, que corre bajo tierra, a lo lago de la calle Ruiz de los Llanos- Basualdo, y desvía gran parte de sus aguas hacia el arroyo Cildáñez, donde desemboca. Los problemas de la última Guerra Mundial volvieron a paralizar los trabajos, quedando a cielo abierto el cauce ubicado dentro de los talleres del ferrocarril y sin terminar la avenida Juan B. Justo. En el año 50, aproximadamente, se dio término a la última etapa, concluida en 1953 y habilitándose definitivamente, en toda su extensión, la avenida”.

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