jueves, 3 de septiembre de 2009

Los silenciados - parte 3

Pero un verdadero dilema se establece con Ezequiel Martínez Estrada, con su escritura fuertemente dramatúrgica y su voz admonitoria. Se conoce el peso profético de esta voz. Trabaja el núcleo agonístico de una fantasmagoría nacional que toca en un plano más sofocado todos los temas scalabrinianos y borgeanos. Es su opuesto complementario.

Hasta hoy, La cabeza de Goliat, Radiografía de la Pampa o Filosofía del ajedrez son textos magníficos y refinados, que deberán adosarse a la esencia misma de una historia nacional, popular y libertaria. La gran fábula del proscripto pertenece plenamente a Martínez Estrada. Es la metáfora capital de un sujeto reparador, en lo esencial nada diferente al de Scalabrini.

Rememoro rápidamente esta historia, no porque cada obra tenga un refugio seguro en tal o cual corriente de ideas. Cada obra es en sí misma su propio mundo moral. Pero puede elegir participar voluntariamente de un legado mayor.

En el debate actual, la maniática ojeriza imperante busca ofuscadamente las cinco patas del gato en las breves menciones presidenciales sobre su panteón personal de obras y lecturas. Pero más allá de las banales injurias, es evidente que lo que hoy se precisa es revelar la trama interna, profundamente vasta y ramificada, que involucra a esos nombres pronunciados.

No habrá conocimiento crítico capaz de disputa en una sociedad democrática si no resurgen medios de comunicación mucho más autorreflexivos y plurales, si no se recrea un lenguaje público que saque de su silencio todas las grandes obras y aventuras culturales del país. Un lenguaje no masacrado por los módicos profetas del encono, que niegan que en la Argentina haya un nudo intelectual a desatar, el de la renovación de su propia cultura crítica, erudita y de masas.

Es un tiempo para revelar que los autores citados surgen de un plano más profundo, donde quedan en suspenso las trincheras triviales de nuestra politización primera y donde adquiere otra luz su carga emancipadora. No debe perderse la oportunidad de descender al río subterráneo de las literaturas políticas argentinas, al Aqueronte de nuestras luchas socioculturales, para construir un tejido inédito de las voces presentes y pasadas de la autonomía intelectual de la sociedad argentina.

Por Horacio González *
* Sociólogo, ensayista, director de la Biblioteca Nacional.
http://www.pagina12.com.ar

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