martes, 1 de septiembre de 2009

Argentina y la Segunda Guerra Mundial: mitos y realidades - Parte 6


Tercera visión

La idea de que una política diferente hubiera beneficiado a la Argentina, como aparentemente lo hizo en el caso del Brasil, surge de un desconoci- miento de lo que sucedió en el mundo en esa época. Desde el punto de vista político, los beneficios que obtuvo Brasil fueron bastante breves.

En primer lugar, es necesario señalar que la vinculación de este país con la Alemania nazi fue más fuerte que la de la Argentina y que, si en la década de 1930 para esta última la opción se daba entre Gran Bretaña y EE.UU., para Brasil lo era entre Estados Unidos y Alemania, sus principales partenaires económicos y políticos (lo que dio lugar a la política de "pragmático equilibrio" seguida por Vargas).

Sólo en los años '40 Brasil se volcó decididamente hacia Washington y montó su planta siderúrgica de Volta Redonda con apoyo crediticio norteamericano y, después del ataque japonés a Pearl Harbor, el gobierno de Río de Janeiro se convirtió en el principal sostén norteamericano en la región. Pero esto se explica por razones estratégicas, políticas y económicas que no existían en el caso argentino.

El rol de Brasil como proveedor de materias primas, alimentos y materiales estratégicos fue siempre decisivo para EE.UU. (a diferencia de lo que ocurrió con la Argentina, que nunca representó una fuente importante de suministros para el país del Norte). Otra de las causas principales fue la posición estratégica de Brasil en relación a Africa y Europa, porque era considerado por Washington como una posible base de acción para las fuerzas armadas norteamericanas. Esto explica que el gobierno de Río no sólo se hubiera comprometido desde un primer momento en la guerra, sino también que llegara a enviar una fuerza expedicionaria para colaborar con las fuerzas aliadas.


Sin embargo, desde el punto de vista de los protagonistas políticos, los beneficios personales que obtuvo Vargas de esta actitud no duraron mucho. En 1945, el embajador norteamericano A. Berle Jr. organizó una campaña similar a la de Braden en Buenos Aires para obstaculizar la permanencia de Vargas en el poder. El presidente brasileño debió, en parte a causa de esto, resignar su continuidad política y, elecciones mediante, lo sucedió el general Dutra, que contaba con mayores simpatías en los EE.UU. Pero, incluso posteriormente, Brasil se sintió frustrado por el desarrollo de sus relaciones con el país del Norte, pues esperaba mucho más por su cooperación durante la guerra.


Numerosos documentos diplomáticos brasileños muestran claramente que, hacia 1950, no se habían cumplido las promesas hechas al Brasil, que se sentía crecientemente frustrado por el desarrollo de sus relaciones con EE.UU. y por la ausencia de los beneficios que esperaba. Algunos de esos documentos señalan, por ejemplo, que en 1950 la Argentina de Perón era privilegiada en comparación con Brasil por haber obtenido un préstamo de 125 millones de dólares, mientras que aquel país había recibido entre 1946 y 1949 apenas 100 millones. Una de las razones por las cuales Vargas retorna al poder, con una política más nacionalista, a principios de 1951, radicaba en la frustración de sectores dirigentes respecto a la relación bilateral con EE.UU. desde la finalización del conflicto bélico. Esta actitud norteamericana no era tampoco sorprendente teniendo en cuenta que los objetivos principales de EE.UU. en la posguerra se hallaban en Europa, y en segundo lugar en Asia, y no en América Latina, ni aun en sus aliados más fieles
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Es dudoso, entonces, que de haberse involucrado la Argentina en la guerra, como lo hizo Brasil, podía haber gozado de los beneficios del plan Marshall como proveedor de los mercados europeos (esto jamás habría ocurrido porque uno de los propósitos principales del plan era la colocación de los excedentes agrarios norteamericanos), o podía haber obtenido una cuantiosa ayuda financiera. Tampoco hubiera hecho posible la concreción en el país de inversiones significativas ni de un trato comercial mucho más favorable. Este no fue siquiera el caso de Brasil.

Es interesante notar que este país, en lugar de convertirse en un aliado privilegiado de EE.UU. en América Latina, fue divergiendo cada vez más de sus vecinos del Norte con los gobiernos de Juscelino Kubitschek, Janio Quadros y Joáo Goulart. Incluso los presidentes militares que asumieron después de 1964, salvo Castello Branco, no tuvieron tampoco políticas condescendientes con Washington.

Una mejor imagen internacional, que podía haber resultado de una conducta más firme en la guerra a favor de los aliados (en la que los principios morales también deberían haber jugado), hubiera permitido a la Argentina obtener beneficios de orden político o estratégico, pero no debe olvidarse que los años de posguerra no fueron favorables para la inserción de América Latina en el mundo. De todos modos, es necesario tener en cuenta el conjunto de estos factores para analizar la política exterior argentina en los años '30 y '40, que por cierto tuvo errores, pero que, para poder ser apreciada correctamente, debe estar enmarcada en un contexto más amplio y despojada de "visiones" ideologizadas o esquemáticas que han llegado a convertirse en verdaderos mitos.

MARIO RAPOPORT
Universidad de Buenos Aires
http://www.tau.ac.il/eial/VI_1/rapoport.htm


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