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"En cuanto a los soldados, los elegía vigorosos, excluyendo todo hombre de baja talla. Los sujetaba con energía paternal a una disciplina minuciosa, que los convertía en máquinas de obediencia. Los armaba con el sable largo de los coraceros franceses de Napoleón, cuyo filo había probado en sí, y que él mismo les enseñaba a manejar, haciéndoles entender que con esa arma en la mano partirían como una sandía la cabeza del primer "godo" que se les pusiera por delante, lección que practicaron al pie de la letra en el primer combate en que la ensayaron. Por último, daba a cada soldado un nombre de guerra, por el cual únicamente debía responder y así les daba el ser, les inoculaba el espíritu y los bautizaba''. (de la Historia de San Martín, de Bartolomé Mitre)

Sable que perteneció al General San Martín (fondo rojo). Museo del RGC, Buenos Aires,y réplica exacta en sus dimensiones y detalles (fondo verde).
http://www.sanmartiniano.gov.ar
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