miércoles, 1 de julio de 2009

"Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro"


"ROMA NO PAGA TRAIDORES" era un apotegma conocido en los tiempos del imperio. Cuenta Plutarco que, en la conquista de la PERSIA, dos generales persas se presentaron a Alejandro el Grande para proponerle su ayuda en una traición contra su propio Rey, DARIO. Alejandro los escuchó y ordenó que los degollaran. Desde entonces, los traidores han sido siempre los mismos, lo que ha variado han sido sólo los hombres que los utilizan, porque a tales traidores corresponde semejantes contratantes.

En la política, que en el campo de las realidades no es sino lucha, vale decir dos voluntades contrapuestas, la traición puede ser usada sin medida, cuando las bajas pasiones y la inmoralidad han pesado más que las virtudes y el bien hacer. Pero en último análisis, tan miserable es el traidor, como el que se vale de él para traicionar. Generalmente, cuando ello sucede, es que entre "taitas" anda el juego.

La psicología de la traición tiene innumerables gradaciones y características: los hay de toda laya, desde el que se vende por dinero o por prebendas, hasta el que lleva la traición adentro y así no puede escapar a su influencia. Todos tratan de disimular su infamia escudándose en lo que suelen llamar "viveza" y "habilidad", sin percatarse que en el "pecado lleva la penitencia", porque aún gozando de beneficios inmediatos, no escapan a la sanción de su propia infamia, ya que los que proceden mal, terminan víctimas de su propio mal procedimiento.

Las guerras modernas han creado los "agentes" que no son sino una forma de la traición tecnificada, como todo lo moderno. De allí han nacido las diversas forma de la "guerra psicológica" empeñada en el reclutamiento de traidores en masa, para la "provocación", el sabotaje, el "boicot", la "intimidación", etc.. Con todo ello se han conformado "los servicios" que se ocupan del espionaje, contraespionaje y la preparación de los planes en cada una de las actividades disimuladas en el aprovechamiento de la traición, también tecnificada. Ahora parece que los métodos militares, invadiendo la política, traen a este campo sus métodos castrenses, sin meditar que no es lo mismo la guerra que la política, ni el enemigo exterior igual que el compatriota.


La permanente vigilancia de nuestro Pueblo también logra información, y ella nunca ha fallado. Ahora sabemos bien quiénes se han prestado o se prestan para tan sucio negocio y así no ha resultado difícil neutralizar a los elementos comprometidos o propensos. Ningún hombre o mujer del Movimiento Peronista, sea político o sindicalista, ignora que ningún caso, quién es quién en nuestro Movimiento. Así que la masa no puede ser engañada en caso alguno y a menudo, las autodefensas del mismo, terminan con los amagues de traición, vengan de donde vengan. Por eso nosotros no tememos a los traidores, más bien los aceptamos como generadores de anticuerpos que refuerzan nuestras defensas.

Es que en nuestro Movimiento jamás se han aceptado semejantes métodos para combatir a nuestros enemigos. Anhelamos la lucha pero en el campo de la dignidad y no de la ignominia. Tampoco tememos cuando nuestros enemigos la utilizan, porque sabemos con toda certeza que su fracaso será una carta más de triunfo para nuestra causa, desde que colaboran con nosotros para purificar nuestras formaciones mediante la eliminación de los indignos. Si echamos una mirada al pasado inmediato, quizá podremos comprobar tales afirmaciones, si analizamos el destino que los traidores han cumplido dentro de nuestro Movimiento.

"Mientras la masa peronista esté con la firmeza actual, mientras la juventud argentina mantenga su idealismo y su entusiasmo por la causa que servimos, poco podemos temer de las defecciones de algunos dirigentes que, encandilados por una riqueza momentánea, sacrifiquen lo más sagrado para un dirigente; su lealtad y su honestidad". Por eso nos reímos de los intentos de la dictadura militar por corromper y dividir nuestras fuerzas. Lo más que podrán obtener será el voto aislado de algún dirigente venal a quien no lo acompañará ni siquiera su mujer. Lo lamentable es que se utilicen los fondos del Estado para corromper y no para dignificar a los ciudadanos. Cuando ello ocurre se comete un crimen de lesa Patria.

Por lo demás, pueden seguir haciéndolo; conocemos uno a uno a sus venales servidores que, aunque tengan puesta la camiseta peronista, nosotros sabemos de la pata que cojean y no se moverán aunque lo intenten, Los tratamos como leales y les perdonamos sus desvíos disimulados con tal de que hagan lo que deben hacer: hay dos clases de lealtades: la que nace del corazón que es la que más vale y la de los que son leales cuando no les conviene ser desleales. A esos también los aprovechamos en las circunstancias en que puedan servir. Así para nuestros enemigos queda el viejo refrán: "Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro". ¡Eso es lo que está pasando!

JUAN PERON - Junio 24 de 1972.

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