miércoles, 1 de julio de 2009

La muerte de Juan Domingo Perón - parte 1

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Ese lunes 1 de Julio de 1974 arrastraba los rumores que sobre la salud de Perón invadieron el país todo el fin de semana. A las 10 y 25 de la mañana, la radio confirmó que las aprehensiones se corporizaban. Perón había sufrido un paro cardíaco. El país entero quedó pendiente del hombre que había sido protagonista excluyente en los treinta años anteriores. A las 14 y 05, Isabel informó oficialmente de la muerte ocurrida a la 13hs y 15 minutos y una hora después, como si fuera un comisario deportivo, lo hizo José López Rega. Una enorme congoja embargó a sus partidarios y una gigantesca incertidumbre a toda la población.

Dos diarios reflejaron con precisión, al día siguiente, aquél acontecimiento histórico. Crónica sólo puso en letras catástrofe: “MURIÓ”. No era necesario aclarar nada.

Noticias, el diario de los Montoneros, con la pluma de Rodolfo Walsh tituló “DOLOR”, con una bajada de notable precisión, que decía: “El General Perón, figura central de la política argentina de los últimos treinta años, murió ayer a las 13,15 horas. En la conciencia de millones de hombres y mujeres, la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un líder excepcional”.

En cambio, el tradicional diario La Nación, expresión de los sectores gorilas titulaba lacónicamente: “Juan D. Perón dejó de existir ayer; asumió la vicepresidenta”

Moría entonces, el hombre que había incorporado a la sociedad a la nueva clase trabajadora, el que fomentó la industria liviana, el que mejoró significativamente la distribución del ingreso, el que sancionó una legislación laboral de avanzada, el que despertó los amores y los odios insondables. Moría el hombre de formación autoritaria, capaz de afirmar ante una plaza repleta “Ustedes que piden leña, porque no empiezan a darla”. “Al enemigo ni justicia” o el famoso “Cinco por uno”. Desaparecía el que había fomentado, en las dos primeras presidencias un irritante culto a la personalidad y limitaciones sensibles a la libertad de expresión y al accionar de la oposición. Pero quienes lo derrotaron, lo hicieron invocando sus defectos, pero haciéndolo realmente por sus virtudes.

No le perdonarían durante 18 años la dignificación del cabecita negra, la defensa de los sindicatos, el aguinaldo, ni las vacaciones pagas. En una Argentina visceralmente dividida y fanatizada, “los libertadores” y democráticos no titubearon en bombardear a la población civil en junio de 1955 y en fusilar en junio de 1956, y en nombre de la libertad de prensa, prohibir y considerar delito la mención de Perón y Evita.

El peronismo se convertiría, como decía John William Cooke en “el hecho maldito del país burgués”. Imbatible en las urnas, durante casi dos décadas, el establishment proscribió al peronismo especulando con la muerte y la presunta cobardía de Perón. Después del Cordobazo y las primeras acciones guerrilleras, se lo provocó para que regresara, en la convicción “que no le daría el cuero”. Durante dos años, 1971 - 1972, se desplegó la pulseada Perón - Lanusse, que terminó con el aplastante triunfo del primero. Los dos retornos significaron gigantescos movimientos de masas. Viejo y enfermo, Perón encontraría una Argentina compleja, conflictiva y esperanzada. También fue ejecutor y víctima de un trágico malentendido.


Por Hugo Presman
Publicado digitalmente: 2 de julio de 2006
http://www.rodolfowalsh.org
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