martes, 21 de julio de 2009

Exequias del General Belgrano - Parte 2


Bernardino Rivadavia inició la libación. Levantó su copa, y derramándola sobre las flores con ademán sacerdotal, propuso una suscripción popular destinada a la fundación de una ciudad que llevara el nombre del ilustre patriota. Enseguida, el hacendado español José Ramón Mila de la Roca —hermano de José Vicente, que acompa­ñara por propia voluntad al general Belgrano, como secretario privado, en su desdi­ chada expedición al Paraguay— se dispu­ so a pronunciar un brindis que tenía escrito.

Era una alabanza del sentimiento de la amistad, "la dulce y verdadera", la "fina y constante" que lo había unido durante vein­ ticinco años "al noble ciudadano, al patrio­ ta honrado, al magistrado íntegro, al militar virtuoso, al general valiente y desinteresa­ do "... Pero don José Ramón quedóse sin voz a las primeras palabras, palideció y ca­ yó desvanecido. El desmayo le duró más de una hora, y al recobrarse estalló en so­llozos: aquel número inesperado acentuó el carácter patético de la conmemoración.

En la noche del día siguiente celebraba su función de beneficio en el Coliseo la ac­triz Ana Rodríguez Campomanes, quien la dedicó al "ilustre porteño general don Ma nuel Belgrano". Se estrenó una pieza pa­ triótica titulada La batalla de Tucumán, y asistieron al acto, desde el palco oficial, el gobernador Rodríguez, su ministro Rivada­ via y Manuel de Sarratea. Quince días más tarde, con motivo del beneficio de la actriz Antonina Montes de Oca, se le rindió nuevo homenaje. Después de ejecutar la orquesta el himno del banquete fúnebre, se estrenó una loa compuesta por el actor Joaquín Cu­lebras.

El héroe de Salta y Tucumán ascendía al cielo, donde era coronado por Jove, Marte y Apolo; el general, sin desconcertarse an­ te ese tribunal ecléctico, dirigía una oración a su virgen favorita, María de las Merce­des... La función continuó con Pablo y Virginia, drama extraído de la novela de Saint-Pierre en el que Antonina hizo el papel de la doncella y Trinidad Guevara, ídolo de la época, trocó su sexo, y el tramoyista se mofó del sol insular. Salió la concurrencia sorprendida de haberse encontrado al difunto cristiano en olímpicas alturas, y a la muy femenina Trinidad con pantalones, y el astro colgando de algo que resultó el arco iris.

A nadie extrañó, en cambio, el retorno de las musas. De Luca había escrito la letra del himno mencionado; Lafinur celebró en una oda el panegírico pronunciado en la Cate­dral por el doctor Gómez; un soneto elegía­co, firmado con dos iniciales inconfundi­ bles, V.L., apareció en El Argos.

Fray Cayetano Rodríguez no acudió a es­ te molde que empleara cuando lloró a Mariano Moreno: compuso un extenso elogio en prosa que destinaba al púlpito y que no pronunció; pero "los verdaderos apreciado­res del mérito" lo editaron en pulcro folleto de cincuenta páginas, aunque omitiendo el nombre del autor. Hasta el desmayo del se­ ñor Mila de la Roca tuvo consagración poética en un soneto anónimo: "Al mejor amigo de Belgrano"...

Cfr: Rafael Alberto Arrieta, "Exequias del general Belgrano", en: Instituto Nacional Belgraniano, Manuel Belgrano. Los ideales de la patria, Buenos Aires, Manrique Zago Ediciones, 1995, pp. 96-98.




Visión nocturna del mausoleo de Belgrano al conmemorarse en 1920 los 100 años de su deceso.

http://www.manuelbelgrano.gov.ar/belgrano_enfermedades_exequias.htm


No hay comentarios.:

Publicar un comentario