En la recova de la plaza de la Victoria, o en el atrio de San Francisco, de San Ignacio o de Santo Domingo, veíase arrebujada en un manto de bayetón oscuro a una vieja mendiga, conocida en el barrio con el apodo de La Capitana. Un día, el general Viamonte la reconoció. "Sí, es ella, la Capitana, la Madre de la Patria, la misma que nos acompañó al Alto Perú", dijo al apercibirla.
C. Ibarguren:
En la penumbra de la historia argentina
El frío húmedo y penetrante de junio se colaba hasta los huesos de la mendiga. Acurrucada en el atrio de Santo Domingo, se arrebujó todo lo que pudo en su manto. La llovizna impalpable pero incesante era arrastrada casi horizontalmente por la sudestada.
Oía al Jorobado, que era político.
-Aura tenemos tres gobernadores por falta diuno -decía, armando un cigarro de chala-. ¿Quién loj entiende?
Un gesto de desprecio apenas se esbozó en el rostro impasible de La Capitana.
-Tuitos se pélian -continuó el Jorobado-. Ramirez, Lopez, Artigas, Rondeao. Yo me pregunto quién tenderá razón.
La máscara despreciativa de la mendiga era impenetrable. El Jorobado la estudió cuidadosamente, porque tenía una secreta admiración por ella y porque creía en su historia y en su grado. Aunque no se habria animado a manifestarlo delante de otros. Hablaba muy poco pero la gente la creia loca, sobre todo cuando empezaba a defenderse de las pedradas o de las risas mostrando sus heridas y a hablar de Belgrano, que la había nombrado capitana.
El Jorobado le refirió algo de la expedición de San Martín, hasta que la vieja lo paró con pocas palabras:
-Dejemé de sonceras, quiere. General hubo uno solo.
Volvió a su mutismo y el Jorobado respetó su frase epígramática. Entonces, prefirió volver a lo de los tres gobernadores.
-Y vaya a saber lo que va a pasar entuavía -agregó.
Mirando a lo lejos, hierática y pensativa, la mendiga se limitó a decir:
-Hoy en día ya no hay patria.
El Jorobado consideró la marcha general del tiempo, entrecerrando sus ojitos, luego dio unas chupadas a su cigarro, escupió en un rincón y dijo:
-Güeno, creo que me via dir yendo, nomás. Que la pase bien, doña.
Se levantó el cuello del chaquetón y se fue.
Las campanas de Santo Domingo estaban doblando a muerto.
(De: Crónicas del pasado; Jorge Alvarez Editor; 1965)
http://www.portaldesalta.gov.ar/muertebelgrano.htm
C. Ibarguren:
En la penumbra de la historia argentina
El frío húmedo y penetrante de junio se colaba hasta los huesos de la mendiga. Acurrucada en el atrio de Santo Domingo, se arrebujó todo lo que pudo en su manto. La llovizna impalpable pero incesante era arrastrada casi horizontalmente por la sudestada.
Oía al Jorobado, que era político.
-Aura tenemos tres gobernadores por falta diuno -decía, armando un cigarro de chala-. ¿Quién loj entiende?
Un gesto de desprecio apenas se esbozó en el rostro impasible de La Capitana.
-Tuitos se pélian -continuó el Jorobado-. Ramirez, Lopez, Artigas, Rondeao. Yo me pregunto quién tenderá razón.
La máscara despreciativa de la mendiga era impenetrable. El Jorobado la estudió cuidadosamente, porque tenía una secreta admiración por ella y porque creía en su historia y en su grado. Aunque no se habria animado a manifestarlo delante de otros. Hablaba muy poco pero la gente la creia loca, sobre todo cuando empezaba a defenderse de las pedradas o de las risas mostrando sus heridas y a hablar de Belgrano, que la había nombrado capitana.
El Jorobado le refirió algo de la expedición de San Martín, hasta que la vieja lo paró con pocas palabras:
-Dejemé de sonceras, quiere. General hubo uno solo.
Volvió a su mutismo y el Jorobado respetó su frase epígramática. Entonces, prefirió volver a lo de los tres gobernadores.
-Y vaya a saber lo que va a pasar entuavía -agregó.
Mirando a lo lejos, hierática y pensativa, la mendiga se limitó a decir:
-Hoy en día ya no hay patria.
El Jorobado consideró la marcha general del tiempo, entrecerrando sus ojitos, luego dio unas chupadas a su cigarro, escupió en un rincón y dijo:
-Güeno, creo que me via dir yendo, nomás. Que la pase bien, doña.
Se levantó el cuello del chaquetón y se fue.
Las campanas de Santo Domingo estaban doblando a muerto.
(De: Crónicas del pasado; Jorge Alvarez Editor; 1965)
http://www.portaldesalta.gov.ar/muertebelgrano.htm
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