Interesada en los trabajos que realizaba el ingeniero Carlos Martínez, la revista "Caras y Caretas" se ocupa nuevamente de los subterráneos de Buenos Aires el 28 de agosto de 1909. Y entre otras noticias indica que el mencionado profesional informó que bajo la antigua casa de Rosas (Moreno y Bolívar) se halló un amplio sótano con recintos y varios pozos, de unos quince metros de profundidad cada uno. Pero en todo ese ámbito sólo se encontró un trozo de bayoneta y un plato con el retrato de Napoleón Bonaparte. Un plano del sótano y fotografías de los objetos hallados ilustran la nota.
Retornemos, ahora, a los túneles de San Ignacio. Vicente Nadal Mora, en el número 8 de la revista "Historia" (abril/junio 1957, páginas 132/137), publicó un trabajo sobre las galerías subterráneas "que, intercomunicadas entre sí, se extendían bajo la parte céntrica de antaño". Luego de aludir al entubamtento del antiguo zanjón de Granados, una especie de arroyo que se iniciaba en vecindades de la actual plaza Constitución y desembocaba en el río por la calle Chile, recuerda que mientras se construía el actual Colegio Nacional Central descubrió un pequeño hoyo junto a la puerta de servicio que hoy lleva el número 233 de la calle Bolívar. Relata cómo se deslizó por la pendiente hasta encontrarse en una galería subterránea y todos los pormenores de su cuidadoso avance por túneles que de tanto en tanto se bifurcan en distintas direcciones. La descripción es apasionante, aunque por razones de espacio no nos es posible reproducirla textualmente. Nadal Mora presume haber llegado hasta debajo de la iglesia de San Francisco o aun quizá más allá, hacia el Cabildo. Y dice después: "Durante los años transcurridos desde entonces, en diversas construcciones modernas se han descubierto partes de dicha red subterránea; ella debe haber quedado destruida y seccionada de tal modo de ser difícil verificar su continuidad. Al hacer obras en el Cabildo fue hallado el tramo de otro túnel, del cual se hizo un relevamiento que consta en el plano N° 50 de dicha obra, archivado en el ministerio de Obras Públicas - Dirección Nacional de Arquitectura; en dicho plano puede verse que la dirección del túnel es continuidad del tramo Sur Norte por el que no pude continuar a causa de obstáculos caídos debajo o después de San Ignacio; según tal documento, el túnel, luego de venir perpendicularmente a través de la calle Hipólito Yrigoyen, antes Victoria, dobla a 45° y coincide con el eje transversal del Cabildo, debajo de su vestíbulo de entrada, y antes de llegar a la recova dobla de nuevo en ángulo recto hacia el Norte, hacia la calle San Martín. El ancho de esta galería subterránea se consigna en dicho plano en 1.50 metros no habiendo sido posible verificar la altura por hallarse el suelo con escombros; la bóveda tiene su punto máximo a un metro bajo el piso del vestíbulo de la casa capitular".
En este punto creemos oportuno citar el testio del arquitecto Héctor Greslebin, publicado por "La Prensa" el 9 de diciembre de 1964. Ya hemos dicho que este profesional ha estudiado el tema con verdadero tesón científico. Siendo estudiante, en 1912, se produjo un hundimiento en el antiguo edificio de la Facultad de Arquitectura, en Perú entre Alsina y Moreno. El fue uno de los que bajaron a reconocer "un túnel de bien delineados contornos" así descubierto. Recuerda que en 1915 el ingeniero E. Toperberg realizó un relevamiento parcial de esas galerías y sobre su croquis, archivado bajo el N° 261 en la Dirección General de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas, comenzó su investigación. En sus descensos, allá por 1917 y 1918, utilizaba dos entradas: una ubicada en los sótanos del Colegio Nacional Buenos Aires y otra, hoy tapiada, en los sótanos del antiguo Museo de Historia Natural, Perú 208. En síntesis: descubrió y recorrió tres galerías principales y varias de menor importancia o extensión por debajo de la célebre "Manzana de las Luces". Una, de sur a norte, atravesaba el colegio, la iglesia de San Ignacio y quedaba interrumpida, bajo la calle Alsina, debido a un derrumbamiento. Otra, desde el sudoeste hacia el norte, desde la calzada de Perú, muy cerca de Moreno, hasta concluir en un trazado paralelo a la acera, unos 6 o 7 metros de ésta, donde desemboca otro túnel. La tercera galería avanza de oeste a este, atravesando la primera de las mencionadas y desde ella surge, además, otro túnel en dirección a la calle Alsina.
Nosotros no hemos tenido oportunidad de tomar contacto directo con estas catacumbas porteñas. Por eso insistimos en remitirnos a la palabra de los estudiosos. Por respeto al lector y a nosotros mismos no nos es permitido disfrazar desconocimientos con el ropaje de una más o menos novelesca imaginación. Podríamos repetir para darle color a este trabajo, algunas historias truculentas, inducir a la creencia de pasadizos secretos entre conventos y claustros monjiles, presentar los detalles de inviolables cámaras donde se torturaba a la manera de la inquisición o se ocultaban armas para secretas conspiraciones. Hemos visto mucho de eso a través de nuestra búsqueda sobre el terna. Ningún autor serio no sólo no las repite, ni siquiera se da por enterado. Por eso, a riesgo de aparecer áridos preferimos ajustarnos a la palabra de los peritos.
En distintos relatos que no parecen obedecer a fuentes "de muy buena tinta", se asegura que existía todo un sistema de galerías que unían el Fuerte con zonas estratégicas de la ciudad. Incluso se ha dicho que había ramales que llegaban hasta lo que es hoy Villa Crespo, otros hasta Palermo y, por el lado sur, casi hasta el Riachuelo. Nada de eso se ha demostrado. Se sabe, eso sí, que en 1808, durante la primera invasión inglesa, el ingeniero catalán Felipe Sentenach dispuso la construcción de una galería subterránea desde la manzana de Balcarce, Defensa, Moreno y Belgrano hasta la Fortaleza, entonces en manos de los ingleses, para hacerla volar con explosivos. La obra no llegó a completarse porque la lucha frontal dio la victoria a los criollos.
Reiteradamente se ha dicho que los túneles donde se ha instalado el Museo de la Casa de Gobierno tienen origen colonial. Parare que no es así. En 1942, mientras se realizaba el tendido de un tubo colector que se prolonga desde Núñez a la Boca y Barracas, el director de esos trabajos, ingeniero Sergio Jatunzoff, descubrió, casualmente, un túnel a poca distancia de la esquina sudeste de la Casa de Gobierno. Al reconocerlo vio que se trataba de una cámara, con columnas abovedadas, situada a unos cuatro metros de profundidad. El ingeniero Jotunzoff ruso, nacido en Sebastopol en 1889 nos informó que fue testigo del hallazgo el señor Alfredo Villegas, entonces funcionario de una repartición nacional y hoy subdirector del Archivo General de la Nación, quien dio cuenta a la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos.
"Ocurrió así ratificó el señor Villegas , y anote que esa galería forma parte de los restos de la antigua Aduana, situada detrás de la Casa de Gobierno y ocupando una superficie casi igual a la de la actual Plaza Colón. El río llegaba hasta esa zona, la cual fue rellenada y elevada de nivel cuando se construyó el puerto. Esos trabajos ocultaron la mayor parte del piso inferior de la Aduana y así las galerías quedaron bajo el nivel de la calzada".
Si quedase alguna duda acerca de la magnitud de las tareas de rellenamiento agreguemos otro testio del ingeniero Jotunzoff, quien halló bajo tierra, en el Paseo Colón, un poco más hacia el sur, las vías del antiguo ferrocarril de la Ensenada, que tenía su estación cerca del actual monumento al almirante Brown. Bajo el asfalto del Paseo Colón duermen, pues, los rieles de uno de los primeros ferrocarriles porteños. Creemos que se trata de un dato casi inédito.
Interminable sería la lista de todos los hallazgos de túneles registrados en Buenos Aires. Más útil nos parece anotar que la tantas veces mencionada red de comunicaciones subterráneas que habría existido en gran parte del Buenos Aires colonial, parece producto de meras suposiciones. Nadie ha podido demostrarlo. Y cada día que pasa se aleja la posibilidad de que se consiga descubrir la existencia de un plan orgánico de comunicaciones bajo nivel que se nos antoja colosal para la época. Creemos que el objetivo de esas construcciones habrá sido principalmente el de servir de refugio ante los sorpresivos ataques a que estaba expuesta la ciudad. Nadal Mora (obra citada) no arriesga opinión al decir que fueron "comunicaciones secretas con un fin aún desconocido, cuya historia queda librada a las investigaciones del pasado de la ciudad vieja". Y del arquitecto Héctor Greslebin tomamos, como final de este trabajo, la siguiente expresión de deseos: "Los subterráneos no deben destruirse. Son una parte esencial de la historia argentina y de la vida secreta y antigua de Buenos Aires. Las autoridades municipales y nacionales deberían procurar su mantenimiento y conservación, aunque fuera parcial".
(1) Manuel Bilbado "Traducciones y recuerdos de Buenos Aires". 7954. Pág. 437.
(2) 28 de febrero de 1875.
* Este artículo fue publicado en la revista “Todo es historia” (N° 2, Junio de 1967).
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