lunes, 11 de mayo de 2009

Himno Guerrero, se estremece la tierra




Este poema que alaba a nuestro Himno Nacional Argentino fue escrito en el año 1913 por el poeta español Salvador Rueda

He leído los acentos fragorosos,
como rudos cañonazos de batalla,
que en apóstrofes valientes lanza el genio
de Argentina sobre España;
he leído las estrofas de centella,
que magnifica modula la Señora de las Pampas
al cantar la Independencia
que rompió los eslabones que a su tronco la enlazaban;
y al sentir las torrenciales armonías de palabras
en que forman explosión los adjetivos,
en que surgen de los verbos lumbraradas,
en que arrojan culebrinas los pronombres
y en que silban y se enroscan como llamas;
los feroces alaridos
de las bélicas estrofas inflamadas;
al leer estos apostrofes de incendio
de una guerra, no a la Patria
sino guerra de sublimes ideales,
¡Ha gozado como un éxtasis mi alma!,
pues por una inmensa acústica de siglos
he creído que a mi espíritu llegaban
los acentos del león con que al planeta
aterro el brío gigante de la Raza,
al hacerse la Señora de dos Mundos,
y oprimir el globo entero con las llaves de sus garras.
Ha sentido mi cerebro
Que del fondo de la Historia me llegaban
Cual por un viejo fonógrafo encantado
Los rugidos imperiales de la Patria,
Los aullidos del león que no contento
Con tener un Continente ante su planta,
Trazo un brinco sobre el lomo del Atlántico
Sacudiendo su melena de metrallas,
Y abordo otro Continente misterioso
Que saco virgen y grande de la cuna de las aguas.




Del León que así rugía
Tu aprendiste los apostrofes que lanzas
Eres hijo de un león, ¡Himno Guerrero!,
Y por eso, cuando increpan tus palabras,
Me parece que estremécese la tierra
Como en siglos ya remotos de grandezas legendarias.
De una estirpe de valientes
Llevas fuego belicoso en tus entrañas,
Y lo mismo que oye un padre la bravura
De los hijos amorosos que engendrara
Y celebra que manejen con denuedo
Las espadas,
Y se goza en que prolonguen de la Estirpe
Los gloriosos pergaminos donde escriben sus hazañas
Así goza con tu brío
Quien te dio el temple inmortal y la prosapia;
Y te puso los aceros en las manos,




Los aceros de las hojas toledanas
Releyendo las estrofas de ese himno
Yo he sentido los estruendos de las armas
De los héroes que salieron de Castilla
A tender un varillaje de caminos que crearan,
Y alargaran sus heroicos derroteros
Sobre todas las heroicas lontananzas
Ocultando con el épico abanico
Todo el Mapa.
Yo he pensado percibir en sus endechas
Las magnificas hazañas
Que llevaron por el Orbe
Sus lanzones, sus corazas,
Sus espuelas, sus escudos,
Sus triunfales, oriflamas,
Sus lorigas, sus rodeles
Y el idioma de hermosura soberana
Que como mariposa, de divinos resplandores
Fue posándose en los labios y parándose en las almas.
Al cantor que escribió el himno belicoso
Con el brío, de sus zarpas,
Y al que dióle melodías inmortales
De su espíritu arrancadas,
Bajen juntas dos banderas;
La de España,
Que nació al rojo y oro de una aurora
Que alumbro veinte Naciones Castellanas
Y las hizo sucesivas epopeyas
De los trágicos fulgores de Sagunto y de Numancia,
¡Y el sagrado lienzo azul de la Argentina
Que en su lucha con las tintas de aquel alba,
Que enlazó una cinta blanca,
Y formóse la bandera que el cielo en que dando luz
Al Mundo, se abre al sol de la mañana!


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